PROLOGO
Permítanme que me presente: Me llamo 8 Estrellas y soy un ex-empleado de Campsared que descubrió este blog por casualidad mientras navegaba por la red. Durante unos días estuve germinando una idea y así nació la decisión de dejar un testimonio electrónico acerca de mi paso por la empresa, y qué mejor lugar, que este digno espacio virtual para ello, me dije. Decidí serializar mi aventura en forma de amenos relatos, pues es mucho lo que hay por contar aunque no lo haga todo para no alargarme demasiado.
Cuando pienso en esos maravillosos años de servicio (si, si, lo digo en serio, ”Maravillosos”), pues no se me olvidará jamás la bocanada de aire fresco que supuso para mí en aquel entonces el ingreso en tan solvente y prestigiosa empresa. Al principio mis allegados no comprendieron esa decisión mía de convertirme en gasofa, lo veían como una extravagancia, como quien se rebaja un escalón, o dos. Ellos ya sabían que un servidor era un poco buscavidas, una especie de cazador de pieles al estilo de aquellos colonos, que lo mismo encontraban su porvenir en lejanos páramos o en quiméricos yacimientos de oro, y a mí me atrajo eso del petróleo en una estación recién construida, aunque me consideraba más como un coleccionista de nuevas experiencias o algo así.
Puede que alguien me reconozca simplemente hilvanando todos los hechos que se narren, no pido perdón si he ofendido a alguien, pero sí pido disculpas en todo caso, si mis anécdotas llegan a aburrir a alguno. No pretendo iniciar ningún manual de supervivencia con mi bitácora, aunque me permitiré explicar alguna que otra maniobra “no autorizada”, aderezada con un poquito de “malas prácticas”, todo ello efectuado con la única finalidad de poder vivir un poco mejor. Campsared no me devolverá esos años, pero si lo narrado ha de servir al menos para prevenir a quienes piensan que algún día heredarán su centro de trabajo, lo celebraré. De todos modos, mi intención principal es que pasen un buen rato leyendo mis textos, aunque no me corresponda juzgar con qué fuerza o éxito.
Pero, por favor, no se queden ahí, sírvanse una cerveza y pasen… pasen y lean.
3 de diciembre de 2011 19:52
.
Cuando pienso en esos maravillosos años de servicio (si, si, lo digo en serio, ”Maravillosos”), pues no se me olvidará jamás la bocanada de aire fresco que supuso para mí en aquel entonces el ingreso en tan solvente y prestigiosa empresa. Al principio mis allegados no comprendieron esa decisión mía de convertirme en gasofa, lo veían como una extravagancia, como quien se rebaja un escalón, o dos. Ellos ya sabían que un servidor era un poco buscavidas, una especie de cazador de pieles al estilo de aquellos colonos, que lo mismo encontraban su porvenir en lejanos páramos o en quiméricos yacimientos de oro, y a mí me atrajo eso del petróleo en una estación recién construida, aunque me consideraba más como un coleccionista de nuevas experiencias o algo así.
Puede que alguien me reconozca simplemente hilvanando todos los hechos que se narren, no pido perdón si he ofendido a alguien, pero sí pido disculpas en todo caso, si mis anécdotas llegan a aburrir a alguno. No pretendo iniciar ningún manual de supervivencia con mi bitácora, aunque me permitiré explicar alguna que otra maniobra “no autorizada”, aderezada con un poquito de “malas prácticas”, todo ello efectuado con la única finalidad de poder vivir un poco mejor. Campsared no me devolverá esos años, pero si lo narrado ha de servir al menos para prevenir a quienes piensan que algún día heredarán su centro de trabajo, lo celebraré. De todos modos, mi intención principal es que pasen un buen rato leyendo mis textos, aunque no me corresponda juzgar con qué fuerza o éxito.
Pero, por favor, no se queden ahí, sírvanse una cerveza y pasen… pasen y lean.
3 de diciembre de 2011 19:52
.
CAPITULO 1
Allá por el año 2002, los que ya curraban en Campsared recordarán (sobre todo los encargados y expendedores "avanzados") que trabajábamos con el recién estrenado sistema Radiant en su primera fase de prueba compartida con el antediluviano sistema Olivetti, ¿lo recuerdan? Pues en esa época fue cuando yo ingresé en la empresa. Las herramientas informáticas del control absoluto todavía estaban en estado embrionario. Con la olivetti no existía manera en tiempo real y desde la central de conocer ningún tipo de resultado de ventas ni financiero, y mucho menos de generar informes de todo tipo como ocurre ahora. El sistema era fácilmente manipulable y prácticamente no dejaba huellas del delito. Todo control se limitaba a la visita mensual y a veces bimensual del JZ in situ. Por allí no aparecían ni clientes fantasmas ni auditores externos ni ná de ná (claro, aún no existían).
Así comencé mi andadura como expendedor, estrenando una nueva y flamante estación de las grandes, de autoservicio, tren de lavado, sonda automática y magnífica tienda, y todo con los últimos avances de la época. En los días previos a la apertura y sobre la marcha, montámos la tienda sin la presencia de ningún responsable para tales menesteres, guiándonos tan solo por un escueto manual con fotografías, y así, tras un maratoniano cursillo con un técnico desplazado desde Madrid que nos instruyó en el manejo del TPV. La estación abrió sus puertas, y desde su apertura fue la estación galáctica, una de las que más vendía, y la que, a menudo le salvaba los presupuestos al JZ. Arrancamos con cuatro expendedores (uno nuevo, o sea yo, y tres veteranos gasolineros de los de antes, trasladados de una vetusta estación recién clausurada, y que lograron adaptarse a las nuevas tecnologías en un tiempo muy razonable) y finalmente, y como capitán de la tripulación, el encargado (que se estrenó ya de encargado en otra estación un año antes, por lo que nunca fue expendedor ni conocía lo que era la zona de caja).
La afluencia de clientes fue masiva, vendíamos combustible por encima de lo presupuestado, porque al ser una estación nueva no existían históricos. No te daba tiempo a colocar los ocho palés del pedido semanal porque prácticamente lo vendías así, tan pronto como lo destapabas. Las litronas, latas y botellines se reponían en el voult cada veinte minutos, y los domingos parecía como si todas las panaderías y supermercados estuviesen cerrados.¡La locura!
Desde el principio, y percatándose de la situación, mi JZ contó conmigo para futuro encargado, y como aperitivo, comenzó a pasarme en nómina el plus de jornada partida sin importarle que yo hiciera mi turno seguido. Pero aún así yo me resistía, prefería mis cuatro días de asueto, y desentenderme en mi tiempo libre. Aunque desde luego realizaba partes, contaba el dinero (al banco iba el encargado por aquello del escaqueo), hacía los pedidos de tienda, organizaba los cuadrantes de horarios, y un largo etcétera para que el encargado pudiera empalmar el banco con el bar, adónde acudía a prestigiarse y a lucir palmito con alguna de sus novias. A mi no me importaba en exceso, yo con tal de salirme cuatro horas de caja, le ayudaba en lo que hiciera falta, y a cambio me contentaba con el plus partido. Así estaban las cosas, yo encubriendo sus ausencias cuando llamaba el JZ (aunque no colaba, pero el JZ hacía la vista gorda), mientras el buen samaritano se despachaba a gusto de cervecitas codeándose con el empresariado local, quienes creían, por su desdén, que era accionista de Repsol. No obstante reconozco que yo no estaba exento de acompañarle en ocasiones a sus citas cerveceras, y así fui testigo del percal. Su lema era "Vivo y dejo vivir". El ambiente de trabajo era excelente, buen rollo, cachondeo y nada de presiones. Con semejante encargado hablabas de ligues y juergas más que de las obligaciones de la estación. Su objetivo, dado que el género se vendía solo, era cumplir el mínimo con el máximo escaqueo posible, y a menudo te hacía partícipe de su tren de vida.¡Dios Santo,qué tiempos aquellos!
.
Así comencé mi andadura como expendedor, estrenando una nueva y flamante estación de las grandes, de autoservicio, tren de lavado, sonda automática y magnífica tienda, y todo con los últimos avances de la época. En los días previos a la apertura y sobre la marcha, montámos la tienda sin la presencia de ningún responsable para tales menesteres, guiándonos tan solo por un escueto manual con fotografías, y así, tras un maratoniano cursillo con un técnico desplazado desde Madrid que nos instruyó en el manejo del TPV. La estación abrió sus puertas, y desde su apertura fue la estación galáctica, una de las que más vendía, y la que, a menudo le salvaba los presupuestos al JZ. Arrancamos con cuatro expendedores (uno nuevo, o sea yo, y tres veteranos gasolineros de los de antes, trasladados de una vetusta estación recién clausurada, y que lograron adaptarse a las nuevas tecnologías en un tiempo muy razonable) y finalmente, y como capitán de la tripulación, el encargado (que se estrenó ya de encargado en otra estación un año antes, por lo que nunca fue expendedor ni conocía lo que era la zona de caja).
La afluencia de clientes fue masiva, vendíamos combustible por encima de lo presupuestado, porque al ser una estación nueva no existían históricos. No te daba tiempo a colocar los ocho palés del pedido semanal porque prácticamente lo vendías así, tan pronto como lo destapabas. Las litronas, latas y botellines se reponían en el voult cada veinte minutos, y los domingos parecía como si todas las panaderías y supermercados estuviesen cerrados.¡La locura!
Desde el principio, y percatándose de la situación, mi JZ contó conmigo para futuro encargado, y como aperitivo, comenzó a pasarme en nómina el plus de jornada partida sin importarle que yo hiciera mi turno seguido. Pero aún así yo me resistía, prefería mis cuatro días de asueto, y desentenderme en mi tiempo libre. Aunque desde luego realizaba partes, contaba el dinero (al banco iba el encargado por aquello del escaqueo), hacía los pedidos de tienda, organizaba los cuadrantes de horarios, y un largo etcétera para que el encargado pudiera empalmar el banco con el bar, adónde acudía a prestigiarse y a lucir palmito con alguna de sus novias. A mi no me importaba en exceso, yo con tal de salirme cuatro horas de caja, le ayudaba en lo que hiciera falta, y a cambio me contentaba con el plus partido. Así estaban las cosas, yo encubriendo sus ausencias cuando llamaba el JZ (aunque no colaba, pero el JZ hacía la vista gorda), mientras el buen samaritano se despachaba a gusto de cervecitas codeándose con el empresariado local, quienes creían, por su desdén, que era accionista de Repsol. No obstante reconozco que yo no estaba exento de acompañarle en ocasiones a sus citas cerveceras, y así fui testigo del percal. Su lema era "Vivo y dejo vivir". El ambiente de trabajo era excelente, buen rollo, cachondeo y nada de presiones. Con semejante encargado hablabas de ligues y juergas más que de las obligaciones de la estación. Su objetivo, dado que el género se vendía solo, era cumplir el mínimo con el máximo escaqueo posible, y a menudo te hacía partícipe de su tren de vida.¡Dios Santo,qué tiempos aquellos!
.
CAPITULO 2
Los clientes amontonaban compulsivamente los productos de tienda en el mostrador de caja, mientras la pista estaba a tope de vehículos de forma permanente y continua, las pantallas de los TPV´s mostraban todos los surtidores en fase de uso, y con segundos importes en espera de cobro. Entonces saltaba el pito machacón recordando que había transcurrido el tiempo límite para ser cobrados esos importes de todas las calles. Los terminales Solred aún no estaban integrados automáticamente, y por tanto era necesario cerrar la transacción en modo de contingencia, y luego pasar la tarjeta del cliente y, SIN EQUIVOCACIÓN teclear el importe a cobrar en el vetusto terminal de Solred, que por aquel entonces era un artilugio de color rojo del tamaño de una caja de Cinexín, algunos con carcasa de metal y los más modernos de plástico.
Los descuadres de caja no se hicieron de esperar, entre tickets pendientes, confusiones, errores de prepago, fugas e impagos, y un largo etc., la "deuda" ascendía a unos cuantos cientos de euros. No había problema, al día siguiente, el expendedor que hubiese de turno matinal, entregaba la diferencia al encargado para cuadrar el ingreso y santas pascuas. Mientras tanto a seguir viviendo, que son dos días, oiga.
La estación, por sus elevadas ventas, se convirtió indiscutiblemente en la niña bonita, en la miss universo. Por ello, en las reuniones de encargados con el JZ, éste no cesaba de alabar las virtudes de la estación y bálsamo de su cartera. El encargado se colgaba las medallas y se le llenaba la boca cuando comentaba a sus homólogos: "Yo vendo..., yo vendo... y yo vendo", como si fuese el propietario y cerebro de tan rotundo éxito, "y además, tengo un machaca que me lo hace todo", añadía el "Figura" como colofón.
Durante mi aprendizaje en la oficina, dado que el "Figura" carecía de la menor capacidad pedagógica para transmitir nada que no fuese el relato de su última juerga, el JZ puso a mi disposición el soporte de una encargada estrella que me ponía al día, y despejaba eficazmente mis dudas siempre vía telefónica al estar separados en la distancia. Esa mínima pero peculiar separación era justamente la que nos hacía inmunes a todo, y casi invisibles al control, con los medios que la empresa disponía, y lo que por añadidura me facilitó asentarme definitivamente en mi puesto. Consciente de las ventajas que manejábamos, decidí que había que exprimir esas ventajas, primero tímidamente y poco a poco con más ahínco. Hay que añadir, que para los sindicatos éramos invisibles, nunca acudía nadie, y tampoco los necesitábamos, no había problema, todo cuanto exigía al JZ en nombre de la plantilla estaba supeditado a la decisión del Delegado Regional, y finalmente se concedía en tiempo récord. Y así fue, como conseguimos un quinto expendedor, los presupuestos lo permitían, y aún había margen para adjudicarnos esporádicamente personal de estaciones remotas que jamás pisaron el santo lugar.
Mientras tanto, los tickets pendientes, impagos y fugas seguían aumentando cual bola de nieve,
¡Y a qué ritmo!
Los descuadres de caja no se hicieron de esperar, entre tickets pendientes, confusiones, errores de prepago, fugas e impagos, y un largo etc., la "deuda" ascendía a unos cuantos cientos de euros. No había problema, al día siguiente, el expendedor que hubiese de turno matinal, entregaba la diferencia al encargado para cuadrar el ingreso y santas pascuas. Mientras tanto a seguir viviendo, que son dos días, oiga.
La estación, por sus elevadas ventas, se convirtió indiscutiblemente en la niña bonita, en la miss universo. Por ello, en las reuniones de encargados con el JZ, éste no cesaba de alabar las virtudes de la estación y bálsamo de su cartera. El encargado se colgaba las medallas y se le llenaba la boca cuando comentaba a sus homólogos: "Yo vendo..., yo vendo... y yo vendo", como si fuese el propietario y cerebro de tan rotundo éxito, "y además, tengo un machaca que me lo hace todo", añadía el "Figura" como colofón.
Durante mi aprendizaje en la oficina, dado que el "Figura" carecía de la menor capacidad pedagógica para transmitir nada que no fuese el relato de su última juerga, el JZ puso a mi disposición el soporte de una encargada estrella que me ponía al día, y despejaba eficazmente mis dudas siempre vía telefónica al estar separados en la distancia. Esa mínima pero peculiar separación era justamente la que nos hacía inmunes a todo, y casi invisibles al control, con los medios que la empresa disponía, y lo que por añadidura me facilitó asentarme definitivamente en mi puesto. Consciente de las ventajas que manejábamos, decidí que había que exprimir esas ventajas, primero tímidamente y poco a poco con más ahínco. Hay que añadir, que para los sindicatos éramos invisibles, nunca acudía nadie, y tampoco los necesitábamos, no había problema, todo cuanto exigía al JZ en nombre de la plantilla estaba supeditado a la decisión del Delegado Regional, y finalmente se concedía en tiempo récord. Y así fue, como conseguimos un quinto expendedor, los presupuestos lo permitían, y aún había margen para adjudicarnos esporádicamente personal de estaciones remotas que jamás pisaron el santo lugar.
Mientras tanto, los tickets pendientes, impagos y fugas seguían aumentando cual bola de nieve,
¡Y a qué ritmo!
CAPITULO 3
Al año siguiente, ya en 2003, las ventas no cesaban de aumentar, la ubicación de la estación era privilegiada y contribuía considerablemente a aquel éxito absoluto. Por allí no existía la presión de hoy, no acudían ni los "misteriosos" de Horizonte pues tanto nosotros como nuestra estación vecina siempre lográbamos los mismos resultados y nos adjudicaban los eurosoles como media, vamos, de "oficio". Salía caro venir. Teníamos la ciudad a escasos metros de la autovía, lo que convertía el negocio en área de influencia METROPOLITANA , el polígono industrial se hallaba enfrente, lo que nos convertía en área de influencia INDUSTRIAL, y el puerto y aeropuerto estaban prácticamente a tiro de piedra, lo que nos convertía, sobretodo en verano, en área de influencia TURÍSTICA. La unión de las tres circunstancias convirtieron la estación en El Dorado, en El Potosí y en La Fábrica de las Piedras Filosofales.
Ese año, ascendieron al "Figura" a Encargado General, nunca comprendí cómo lo mismo se comía una bronca del JZ para acto seguido recibir por parte de éste una fraternal y cariñosa palmadita en la espalda, creo que todo se debía principalmente a que los buenos resultados imperaban sobre su deplorable gestión y en buena medida al carácter de nuestro "Figura" ,un carácter bonachón, afable y servicial que siempre lograba meterse en el bolsillo a todo incauto mediante su innata capacidad para hacer favores que nada tenían que ver con el negocio.
El “Figura” Siempre conseguía mediante sus contactos reservas a muy buen precio en hoteles de categoría para algún que otro jefazo de diversas delegaciones que venían de vacaciones. Si en plena temporada turística no había disponible coches de alquiler, él lo conseguía sin problema, "¿Langosta?... yo sé de un sitio donde sirven las mejores, les pido mesa", “¿Vueltecita en velero?... un momento”, y a continuación llamaba de nuevo a sus múltiples contactos. Si algún encargado o encargada pertenecía a su círculo simpatizante y venían a pasar unos días libres les ofrecía su propio coche y alojamiento en su casa urbana o en la del campo si se terciaba. ¡Qué co-jo-nu-do era el Encargado General!
Mientras se sucedía todo tipo de compadreo, yo seguía con mi trabajo satisfecho de despegarme de la zona de caja para ocuparme de los quehaceres del día a día, para eso cobraba el plus de partido sin realizar jamás dicho turno, a excepción de cuando el encargado estaba en periodo vacacional. Si tenía turno de mañana, esperaba al verdadero expendedor del turno partido, y después del bocata contaba el dinero, al que se añadía la diferencia de deuda del día anterior, y lo dejaba todo listo para su ingreso. Después, si procedía, realizaba el pedido de tienda con el flamante nuevo Handheld, que puso fin al rudimentario método de escribir en un folio referencias y cantidades, y enviarlo a Logista vía fax. Al principio aquella maquinita dificultó la tarea, bien porque se bloqueaba, o se cerraba o por error pedías un millón de cosas. No importaba, siempre podía chupar más sillón en la oficina para corregirlo antes de enviarlo, lo importante era llenar las horas. Por la tarde, si estaba de turno, me ocupaba de meter en el sistema todos los albaranes atrasados que me dejaba el “Figura”, sobretodo los de prensa, pues no eran de su agrado. También organizaba los inventarios, y para ello elegía un día que le fuera bien al encargado y coincidiera con el expendedor que mejor se le daba el conteo. Además, ese día, acudía a ayudarnos la responsable de nuestra única estación vecina (NO la encargada que me daba soporte de oficina desde su corta pero inalcanzable distancia ). La operación se llevaba a cabo durante todo el día, pues al término del recuento, nuestro “Figura” se tomaba su tiempo para maquillar los siempre desafortunados resultados. Eso se le daba bien, coño.
A lo largo de la jornada “inventarial”, el de la caja también contribuía, entre cliente y cliente, al conteo de los artículos más próximos. No era extraño que de vez en cuando desde esa zona se escuchara:
¡¡¡Piiippp, piiiip, piiip!!! “¡Mierda, otra fuga!”
Ese año, ascendieron al "Figura" a Encargado General, nunca comprendí cómo lo mismo se comía una bronca del JZ para acto seguido recibir por parte de éste una fraternal y cariñosa palmadita en la espalda, creo que todo se debía principalmente a que los buenos resultados imperaban sobre su deplorable gestión y en buena medida al carácter de nuestro "Figura" ,un carácter bonachón, afable y servicial que siempre lograba meterse en el bolsillo a todo incauto mediante su innata capacidad para hacer favores que nada tenían que ver con el negocio.
El “Figura” Siempre conseguía mediante sus contactos reservas a muy buen precio en hoteles de categoría para algún que otro jefazo de diversas delegaciones que venían de vacaciones. Si en plena temporada turística no había disponible coches de alquiler, él lo conseguía sin problema, "¿Langosta?... yo sé de un sitio donde sirven las mejores, les pido mesa", “¿Vueltecita en velero?... un momento”, y a continuación llamaba de nuevo a sus múltiples contactos. Si algún encargado o encargada pertenecía a su círculo simpatizante y venían a pasar unos días libres les ofrecía su propio coche y alojamiento en su casa urbana o en la del campo si se terciaba. ¡Qué co-jo-nu-do era el Encargado General!
Mientras se sucedía todo tipo de compadreo, yo seguía con mi trabajo satisfecho de despegarme de la zona de caja para ocuparme de los quehaceres del día a día, para eso cobraba el plus de partido sin realizar jamás dicho turno, a excepción de cuando el encargado estaba en periodo vacacional. Si tenía turno de mañana, esperaba al verdadero expendedor del turno partido, y después del bocata contaba el dinero, al que se añadía la diferencia de deuda del día anterior, y lo dejaba todo listo para su ingreso. Después, si procedía, realizaba el pedido de tienda con el flamante nuevo Handheld, que puso fin al rudimentario método de escribir en un folio referencias y cantidades, y enviarlo a Logista vía fax. Al principio aquella maquinita dificultó la tarea, bien porque se bloqueaba, o se cerraba o por error pedías un millón de cosas. No importaba, siempre podía chupar más sillón en la oficina para corregirlo antes de enviarlo, lo importante era llenar las horas. Por la tarde, si estaba de turno, me ocupaba de meter en el sistema todos los albaranes atrasados que me dejaba el “Figura”, sobretodo los de prensa, pues no eran de su agrado. También organizaba los inventarios, y para ello elegía un día que le fuera bien al encargado y coincidiera con el expendedor que mejor se le daba el conteo. Además, ese día, acudía a ayudarnos la responsable de nuestra única estación vecina (NO la encargada que me daba soporte de oficina desde su corta pero inalcanzable distancia ). La operación se llevaba a cabo durante todo el día, pues al término del recuento, nuestro “Figura” se tomaba su tiempo para maquillar los siempre desafortunados resultados. Eso se le daba bien, coño.
A lo largo de la jornada “inventarial”, el de la caja también contribuía, entre cliente y cliente, al conteo de los artículos más próximos. No era extraño que de vez en cuando desde esa zona se escuchara:
¡¡¡Piiippp, piiiip, piiip!!! “¡Mierda, otra fuga!”
CAPITULO 4
¡Riiiing, riiiiing! (Suena el teléfono)
-Campsared, buenos días.
-Buenos días “+ + + + + + + +”, ¿Cómo va todo?
-¡Ah, hola JZ! Pues… bien, bien, vendiendo a tope…
-Eso me gusta, ponme con el encargado.
-No está, acaba de irse al banco.
-Cuando regrese dile que mañana...déjalo, ya le llamo yo al móvil, gracias.
Al cabo de una hora, el encargado regresa del bar, se me acerca y me dice:
-¡Jo!, Acabo de ver a las alemanas de anoche, con el resacón, y todo y no veas que marcha …
-Ha llamado el JZ.
-¿Qué quería?
-No sé, me ha dicho que te llamaría al móvil.
En ese instante le suena el móvil con la sintonía megapolifónica de “Amigos para siempre” de Los Manolos.
-Buenos días, JZ, si.. si…, ¿el qué? ¿el parte de siniestro? si, si, ya lo envié…
(Nota: El parte de siniestro del Megane al que el tren de lavado rompió un spoiler el mes pasado todavía no está ni rellenado.)
-¿Cómo? …sí, sí, ya vino el chico de CLH y se lo miró… le faltó una pieza, mañana la envían y el lunes…
(Nota: el chico de CLH nunca vino a reparar el surtidor porque el encargado se saltó el protocolo correspondiente y simplemente le llamó por teléfono con el mismo tono de compadreo de siempre.)
-¿El qué? si, si, ya lo devolví a Logista.
(Nota: Las seiscientas latas de berberechos Miau y los novecientos Lacasitos que nos envió Logista por error de ellos todavía siguen ahí.)
-¿Cómo?... ¿mañana? vale…, ¿te vengo a buscar al aeropuerto?... ¿no?, vale, vale, …sí, sí, tu vete al mostrador de Europcar y di que vas de mi parte, ¿el qué? no, no, te darán un Qashqai por el precio de un Micra, como siempre.
(Nota: esto es lo único cierto.)
-¿Cómo…? ¿El cuadrante? Si, si, lo tengo hecho… vale, vale, bien, hasta mañana.
Corta el móvil y me mira con cara de circunstancias.
-¿Qué ha dicho? (Le pregunto.)
-Que viene mañana. (Me responde.)
Se sucede un lapsus de silencio sepulcral y entonces me pregunta:
-¿Cómo están los tickets?
-Con lo de hoy 837,65 euros
-¿No hemos recuperado nada?
- Nada.
.
-Campsared, buenos días.
-Buenos días “+ + + + + + + +”, ¿Cómo va todo?
-¡Ah, hola JZ! Pues… bien, bien, vendiendo a tope…
-Eso me gusta, ponme con el encargado.
-No está, acaba de irse al banco.
-Cuando regrese dile que mañana...déjalo, ya le llamo yo al móvil, gracias.
Al cabo de una hora, el encargado regresa del bar, se me acerca y me dice:
-¡Jo!, Acabo de ver a las alemanas de anoche, con el resacón, y todo y no veas que marcha …
-Ha llamado el JZ.
-¿Qué quería?
-No sé, me ha dicho que te llamaría al móvil.
En ese instante le suena el móvil con la sintonía megapolifónica de “Amigos para siempre” de Los Manolos.
-Buenos días, JZ, si.. si…, ¿el qué? ¿el parte de siniestro? si, si, ya lo envié…
(Nota: El parte de siniestro del Megane al que el tren de lavado rompió un spoiler el mes pasado todavía no está ni rellenado.)
-¿Cómo? …sí, sí, ya vino el chico de CLH y se lo miró… le faltó una pieza, mañana la envían y el lunes…
(Nota: el chico de CLH nunca vino a reparar el surtidor porque el encargado se saltó el protocolo correspondiente y simplemente le llamó por teléfono con el mismo tono de compadreo de siempre.)
-¿El qué? si, si, ya lo devolví a Logista.
(Nota: Las seiscientas latas de berberechos Miau y los novecientos Lacasitos que nos envió Logista por error de ellos todavía siguen ahí.)
-¿Cómo?... ¿mañana? vale…, ¿te vengo a buscar al aeropuerto?... ¿no?, vale, vale, …sí, sí, tu vete al mostrador de Europcar y di que vas de mi parte, ¿el qué? no, no, te darán un Qashqai por el precio de un Micra, como siempre.
(Nota: esto es lo único cierto.)
-¿Cómo…? ¿El cuadrante? Si, si, lo tengo hecho… vale, vale, bien, hasta mañana.
Corta el móvil y me mira con cara de circunstancias.
-¿Qué ha dicho? (Le pregunto.)
-Que viene mañana. (Me responde.)
Se sucede un lapsus de silencio sepulcral y entonces me pregunta:
-¿Cómo están los tickets?
-Con lo de hoy 837,65 euros
-¿No hemos recuperado nada?
- Nada.
.
CAPITULO 5
El vuelo del JZ aterrizaba sobre las 8:30 horas. Mientras dos compañeros "maquillaban" la tienda, el “Figura” acudió al Banesto a retirar 400 euracos de su cuenta. Reunió la totalidad de la deuda añadiendo un sobrante del Fondo Fijo, y un flotante de cuando aún existía el Crédito Local. Así ocultó el descuadre acumulado de ochocientos y pico euros, con la misma estrategia cada vez, con la misma rutina, y la misma seguridad de un trapecista cojo en la cuerda floja.
Nunca comprendí por qué el JZ siempre avisaba con antelación sus visitas, ¿acaso para darnos margen? Sea como fuere, aquel día yo tenía libre, y cuando esto ocurría, me veía en la obligación de acudir a la estación de servicio, porque el JZ siempre preguntaba por mi, y dado que sólo hacía acto de presencia cada uno o dos meses, era corriente que tuviera que comentarme algo personalmente. Ésta vez me convenía acudir por un asunto particular.
El JZ siempre iba de boli* , no se daba tregua ni a sí mismo, tenía que visitar la estación vecina además de la nuestra, sus tareas eran auditorías maratonianas que dejaban agotado a cualquiera, sin embargo a él, no se le deshacía el nudo de la corbata ni lo más mínimo. Interpretaba bien su papel de ejecutivo agresivo, y sabía muy bien cómo aplicarlo. En principio era educado, pero pronto dejaba aflorar su chulesca ironía en un modo desafiante y provocador. A pesar de todo, se podía hablar con él si no tenía un mal día y siempre que su diabólico móvil cesara de echar humo.
Durante aquel encuentro me lancé con mi pretensión, y le sugerí que me ascendiese a Encargado de Turno realizando todas las funciones que ya desempeñaba y conservando mi horario de expendedor. Tras un breve silencio me observó con una expresión condescendiente (solo le faltó posar su mano en mi nuca). Entonces me recordó que siempre, siempre, desde que me contrató, desde el primer minuto, desde ese mismo instante, contó conmigo para futuro Encargado General pero yo había rechazado aquella oferta una y otra vez, “uuuuna y otra vez”, recalcaba con postizo tono lastimoso.
Parecía que no habláramos de lo mismo. Yo solo quería consolidarme en la categoría y nada más. Estuvimos tanteándonos el uno al otro por espacio de media hora, yo desplegando mis razones, y él, asintiendo con la cabeza, y rizando con sabiduría la barba entre sus dedos. Finalmente, como acto de suprema bondad, me aseguró que en cuanto se presentara la ocasión, comunicaría mi petición al Delegado Regional y ya veríamos.
Recordé al DR, aquel tipo al que solo había visto una vez, y que en cierto modo guardaba notables similitudes con Don Vito Corleone por la enorme y sosegada aureola de autoridad que desprendía; solo le faltaban el clavel y el gato. En ese encuentro del pasado, me expresó que deseaba mi rápida y positiva integración en la empresa ya que anhelaba no tener más quebraderos ni marrones como los ya vividos con no pocos empleados de su región. Por eso, a través del JZ tenía plena confianza y buenas expectativas sobre mi futuro, y lo deseaba con la misma sinceridad que el Don, porque era necesario tener 'buena gente' en la gasolinera, ya que al estar ésta cimentada sobre una geografía de limitado acceso y de sucederse algún que otro imprevisto o graves contratiempos en la estación, cualquier acción exterior forzosamente se vería demorada justamente por esa razón geográfica. (…)
La jornada fue transcurriendo tras los arqueos de caja, y las infinitas comprobaciones de rigor en las dos estaciones del lugar. Al crepúsculo, de vuelta de la estación vecina, el JZ se paró en la nuestra para repostar el coche de alquiler, pues debía entregarlo en el aeropuerto con los niveles correctamente restaurados.
Le observamos tras el cristal y le devolvimos el saludo de despedida tal como en otras ocasiones. El repostaje se bajó en Prueba de Surtidor como en las veces anteriores aunque los litros superaran lo que una probeta da de sí.
Cuando ya el JZ apenas hubo marchado, el “Figura” recuperó sus 400 euros y repuso en su sitio el resto del dinero hasta la próxima vez, si es que ese fondo llegaba a conservarse para entonces.
“Hay que hacer algo” dijo, “Comienza a ser mucha pasta”. En eso, el compañero que estaba en caja exclamó: “Qué manía tiene este hombre con no pagar, ¿no tiene tarjeta de empresa? ¡halaaa! ¡¡¡Prueba de surtidor!!!"
(To be continued…)
*"Ir de boli" , adaptación directa de la expresión en catalán "Anar de bòlid ", que significa, ir de cabeza, perdiendo el culo, a toda leche, estresado o cosa semejante.
Nunca comprendí por qué el JZ siempre avisaba con antelación sus visitas, ¿acaso para darnos margen? Sea como fuere, aquel día yo tenía libre, y cuando esto ocurría, me veía en la obligación de acudir a la estación de servicio, porque el JZ siempre preguntaba por mi, y dado que sólo hacía acto de presencia cada uno o dos meses, era corriente que tuviera que comentarme algo personalmente. Ésta vez me convenía acudir por un asunto particular.
El JZ siempre iba de boli* , no se daba tregua ni a sí mismo, tenía que visitar la estación vecina además de la nuestra, sus tareas eran auditorías maratonianas que dejaban agotado a cualquiera, sin embargo a él, no se le deshacía el nudo de la corbata ni lo más mínimo. Interpretaba bien su papel de ejecutivo agresivo, y sabía muy bien cómo aplicarlo. En principio era educado, pero pronto dejaba aflorar su chulesca ironía en un modo desafiante y provocador. A pesar de todo, se podía hablar con él si no tenía un mal día y siempre que su diabólico móvil cesara de echar humo.
Durante aquel encuentro me lancé con mi pretensión, y le sugerí que me ascendiese a Encargado de Turno realizando todas las funciones que ya desempeñaba y conservando mi horario de expendedor. Tras un breve silencio me observó con una expresión condescendiente (solo le faltó posar su mano en mi nuca). Entonces me recordó que siempre, siempre, desde que me contrató, desde el primer minuto, desde ese mismo instante, contó conmigo para futuro Encargado General pero yo había rechazado aquella oferta una y otra vez, “uuuuna y otra vez”, recalcaba con postizo tono lastimoso.
Parecía que no habláramos de lo mismo. Yo solo quería consolidarme en la categoría y nada más. Estuvimos tanteándonos el uno al otro por espacio de media hora, yo desplegando mis razones, y él, asintiendo con la cabeza, y rizando con sabiduría la barba entre sus dedos. Finalmente, como acto de suprema bondad, me aseguró que en cuanto se presentara la ocasión, comunicaría mi petición al Delegado Regional y ya veríamos.
Recordé al DR, aquel tipo al que solo había visto una vez, y que en cierto modo guardaba notables similitudes con Don Vito Corleone por la enorme y sosegada aureola de autoridad que desprendía; solo le faltaban el clavel y el gato. En ese encuentro del pasado, me expresó que deseaba mi rápida y positiva integración en la empresa ya que anhelaba no tener más quebraderos ni marrones como los ya vividos con no pocos empleados de su región. Por eso, a través del JZ tenía plena confianza y buenas expectativas sobre mi futuro, y lo deseaba con la misma sinceridad que el Don, porque era necesario tener 'buena gente' en la gasolinera, ya que al estar ésta cimentada sobre una geografía de limitado acceso y de sucederse algún que otro imprevisto o graves contratiempos en la estación, cualquier acción exterior forzosamente se vería demorada justamente por esa razón geográfica. (…)
La jornada fue transcurriendo tras los arqueos de caja, y las infinitas comprobaciones de rigor en las dos estaciones del lugar. Al crepúsculo, de vuelta de la estación vecina, el JZ se paró en la nuestra para repostar el coche de alquiler, pues debía entregarlo en el aeropuerto con los niveles correctamente restaurados.
Le observamos tras el cristal y le devolvimos el saludo de despedida tal como en otras ocasiones. El repostaje se bajó en Prueba de Surtidor como en las veces anteriores aunque los litros superaran lo que una probeta da de sí.
Cuando ya el JZ apenas hubo marchado, el “Figura” recuperó sus 400 euros y repuso en su sitio el resto del dinero hasta la próxima vez, si es que ese fondo llegaba a conservarse para entonces.
“Hay que hacer algo” dijo, “Comienza a ser mucha pasta”. En eso, el compañero que estaba en caja exclamó: “Qué manía tiene este hombre con no pagar, ¿no tiene tarjeta de empresa? ¡halaaa! ¡¡¡Prueba de surtidor!!!"
(To be continued…)
*"Ir de boli" , adaptación directa de la expresión en catalán "Anar de bòlid ", que significa, ir de cabeza, perdiendo el culo, a toda leche, estresado o cosa semejante.
CAPITULO 6
Nos percatamos que el JZ había estado dando la solución de un modo -quiero pensar- inconsciente, aunque imprudente, por aquello del mal ejemplo.
El día X a la hora H estábamos allí reunidos la plantilla (el encargado, el de mañana, el de tarde, el partido y el que tenía libre) con cinco vehículos secos de combustible. No se invitó a participar al quinto expendedor, pues era una chica muy joven con contrato precario, de fin de semana, y la excluimos por riesgo de que cometiese algún “desliz”, ustedes ya me entienden.
Tal y como se dijo anteriormente, la estación era nueva y flamante, y bien equipada, a excepción de una cosa: La inexistencia por aquel entonces de cámaras de seguridad .
Las pruebas de surtidor permitían la extracción de 10 litros de cada manguera (además, si la medición resultaba dudosa se permitía una segunda extracción). Haciendo cálculos por lo bajo: 10 litros x 24 mangueras = 240 litros. Como ustedes saben, las auténticas pruebas de surtidor se efectúan mensualmente (bueno, allí muy de tarde en tarde), así que teníamos la ocasión más o menos periódica de reunir un capital para ir restando deuda. La sonda automática no era problema porque su lectura estaba sujeta a un mínimo margen de error técnico, ya que el combustible, por razones geodésicas, se mueve en el interior de los tanques. Y la rudimentaria varilla de medición manual no es lo suficientemente precisa para detectar una merma de 200 y pico litros repartida en cuatro tanques de 30.000 litros cada uno. En resumidas cuentas, los instrumentos de medición no podían detectar en términos absolutos aquel zarpazo.
Entre cliente y cliente, el expendedor de caja bajaba los tickets como 'prueba de surtidor' a medida que el resto iba rellenando el depósito de 10 en 10 litros (la maniobra suponía mover el vehículo de surtidor en la medida que repostaras diesel o gasolina, y de la cantidad que fueras extrayendo hasta llenar el depósito). La acción se realizaba en la hora tranquila, y si venía algún que otro cliente asiduo, la cosa pasaba inadvertida ¿qué iban a saber?
Tras lo descrito, cada uno de nosotros abonó el importe de los repostajes, y de este modo, como el sistema no te exigía ese dinero, se dispuso de ese sobrante para ir amortizando deuda. No nos sentíamos estafadores ni teníamos mal de conciencia, habíamos pagado lo que nos llevábamos. Si las complejidades y dificultades del trabajo derivaban en descuadres de caja, que se lo coma la empresa como Dios manda. ¿Cómo querían que denunciásemos las fugas si no había ni cámaras? Tampoco permitían mantener los surtidores cerrados en modo de pre-pago. Entonces…¿qué cojones era esto?
Hecha la ley hecha la trampa.
(En el próximo capítulo: Más emoción, ¡Más revelaciones!, y con la incorporación estelar de nuevos personajes).
El día X a la hora H estábamos allí reunidos la plantilla (el encargado, el de mañana, el de tarde, el partido y el que tenía libre) con cinco vehículos secos de combustible. No se invitó a participar al quinto expendedor, pues era una chica muy joven con contrato precario, de fin de semana, y la excluimos por riesgo de que cometiese algún “desliz”, ustedes ya me entienden.
Tal y como se dijo anteriormente, la estación era nueva y flamante, y bien equipada, a excepción de una cosa: La inexistencia por aquel entonces de cámaras de seguridad .
Las pruebas de surtidor permitían la extracción de 10 litros de cada manguera (además, si la medición resultaba dudosa se permitía una segunda extracción). Haciendo cálculos por lo bajo: 10 litros x 24 mangueras = 240 litros. Como ustedes saben, las auténticas pruebas de surtidor se efectúan mensualmente (bueno, allí muy de tarde en tarde), así que teníamos la ocasión más o menos periódica de reunir un capital para ir restando deuda. La sonda automática no era problema porque su lectura estaba sujeta a un mínimo margen de error técnico, ya que el combustible, por razones geodésicas, se mueve en el interior de los tanques. Y la rudimentaria varilla de medición manual no es lo suficientemente precisa para detectar una merma de 200 y pico litros repartida en cuatro tanques de 30.000 litros cada uno. En resumidas cuentas, los instrumentos de medición no podían detectar en términos absolutos aquel zarpazo.
Entre cliente y cliente, el expendedor de caja bajaba los tickets como 'prueba de surtidor' a medida que el resto iba rellenando el depósito de 10 en 10 litros (la maniobra suponía mover el vehículo de surtidor en la medida que repostaras diesel o gasolina, y de la cantidad que fueras extrayendo hasta llenar el depósito). La acción se realizaba en la hora tranquila, y si venía algún que otro cliente asiduo, la cosa pasaba inadvertida ¿qué iban a saber?
Tras lo descrito, cada uno de nosotros abonó el importe de los repostajes, y de este modo, como el sistema no te exigía ese dinero, se dispuso de ese sobrante para ir amortizando deuda. No nos sentíamos estafadores ni teníamos mal de conciencia, habíamos pagado lo que nos llevábamos. Si las complejidades y dificultades del trabajo derivaban en descuadres de caja, que se lo coma la empresa como Dios manda. ¿Cómo querían que denunciásemos las fugas si no había ni cámaras? Tampoco permitían mantener los surtidores cerrados en modo de pre-pago. Entonces…¿qué cojones era esto?
Hecha la ley hecha la trampa.
(En el próximo capítulo: Más emoción, ¡Más revelaciones!, y con la incorporación estelar de nuevos personajes).
CAPITULO 7
Como ustedes ya habrán deducido, nuestra estación y la otra vecina se hallan enclavadas sobre una isla, la isla bonita, puede que de un archipiélago o del otro. Sobre esa isla éramos los reyes del lugar, competíamos con siete estaciones de Cepsa y tres de BP, todas ellas gestionadas por pequeñas sociedades locales, o por propietarios únicos. Obviamente disponíamos de más marketing que ellos. Sus tiendas eran pequeñas y obsoletas y nuestros pedidos de combustible eran superiores, y siempre a camión completo en cualquier época del año mientras que la competencia, apenas si podían permitirse comprar combustible sobre la marcha de sus ventas.
El tiempo fue pasando, comenzábamos 2004. Al finalizar el año anterior llegó la hora de la jubilación de dos compañeros veteranos, bueno, de la pre-jubilación por edad al beneficiarse éstos del Pacto de Toledo. Así nos dijeron adiós, y nos desearon lo mejor y todo tipo de parabienes. Quedábamos el “Figura”, el otro veterano, la del fín de semana o de libre disposición, y yo. La sustitución de los jubilados ya estaba perfectamente prevista. Se contrató a un conocido del encargado, y por mi parte enchufé a la esposa de un familiar mío. Al principio tuvimos que invertir bastante paciencia para instruirles en la materia. Eso sí, fueron aprendiendo sin presiones y rodeados de un ambiente magnífico.
La "Trepa" (Campsared Blog) |
Con el año 2003 recién cerrado, los resultados económicos de ese ejercicio no pudieron ser mejores, todo eran felicitaciones, y los descuadres en lo que se refiere a contadores e indicadores se había minimizado y conciliado en el sistema mediante idéntico procedimiento que en el ejercicio anterior. El JZ disponía de cierto margen para ello dentro de la “cosa nostra”, por lo cual, dio las oportunas instrucciones al “Figura”. Eso no hubiese sucedido hoy. Algo de bueno tenía la querida aplicación Olivetti.
Sin embargo, el montante de tickets seguía allí, sin posibilidad de condonación oficial, su amortización dependía de nuestros propios y ocultos medios. La cuantía de deuda crecía o menguaba en la medida de las circunstancias, pero casi nunca bajaba de 400 o 500 euros aunque subía durante los meses de verano. Pronto se hizo partícipe a mi “enchufada” de todo tinglado, y a toda cuanta operación de maquillaje se terciara, no así al otro compañero nuevo, porque su persona me inspiraba cierta prudencia.
En marzo de ese año, durante la visita de rigor del JZ, recibí personalmente por parte de éste la respuesta referente a mi petición sobre la subida de categoría a Encargado de Turno.
En la oficina, mientras el JZ tecleaba en su portátil, atendía su móvil, y al mismo tiempo ponía en orden sus papeles, me comunicó, sin apenas dirigirme la mirada y con un tono cargado de fina ironía, la resolución a la que había llegado el DR con respecto a mi tema.
Pero eso será en el próximo capítulo.
CAPITULO 8
-El Delegado Regional ha tramitado tu solicitud, pero ha sido denegada en la Central. -Dijo el JZ.
-¿Por qué? -Pregunté yo
-Por que el Bule opina que aunque la estación cumple de sobra con los presupuestos y objetivos, el volumen de negocio aún está lejos como para reconocer la presencia de un Encargado General y un Encargado de Turno.
(El Bule [Juan Antonio Bule], se lo recuerdo a ustedes, fue el antecesor de Calçada, el famoso portugués)
-Bien… -respondí yo, no muy convencido por la explicación.
-Hay otra… -añadió el JZ.
-¿Qué…?
-Pues que a partir de este mes se te pasará en nómina un plus, así que no te quejes, macho. 150 euros más.
Así me dejé vender la moto, al estilo Corleone. Ignorando cualquier política en materia de promoción aunque reconociendo tu valía, pero sin permitir consolidar tu dignidad profesional de una forma justa.
De todos modos, el JZ algo de razón llevaba en cuanto a que no me podía quejar, me estaba convirtiendo en un expendedor de Luxe. Con el Plus de Dedicación recién concedido (ni puta idea de lo que significaba eso de "Dedicación"), y con el Plus de Turno Partido (un turno que no realizaba), mi nómina rozaba la del “Figura”, y en algunos momentos la superaba si se sumaban festivos, días extras, y alguna que otra zarandaja.
Cuando el JZ hubo marchado rumbo al aeropuerto, el “Figura” no perdió ni un minuto, en poner a su vez, pies en polvorosa. Al que hacía el 'turno partido' aún le quedaban tres cuartos de hora, y a mí, algo más del doble para completar el turno de tarde, y cerrar la estación que nos daba de comer a todos.
Ordené los albaranes pendientes que iba a meter al día siguiente y poco más. Un sentimiento medio de culpa y alegría, me daba vueltas en la cabeza. Después me tomé un Red Bull a la salud del DR, y más tarde me retiré a fumar un Pall Mall a la parte posterior del edificio que enfrentaba a una linda pradera. Entre caladas, observé el punto de luz del pequeño bimotor de doble hélice que en aquellos momentos se elevaba desde el aeropuerto cercano para desaparecer en el horizonte crepuscular, enfilando vuelo hacia la vecina isla mayor. Entonces, pensé en uno de sus pasajeros, acto seguido aplasté la colilla en la hierba, y regresé a la rutina del expendedor, con el orgullo a medio gas, y un sabor agridulce..
(En el próximo capítulo: Acción, emoción y humor a raudales. Un capítulo para no olvidar. )
CAPITULO 9
Los abultados descuadres y mermas en la familia de prensa, revistas y coleccionables que arrojaban todas las estaciones de la cartera del JZ, motivaron una reunión de urgencia con un experto en la materia desplazado expresamente desde Delegación para terciar en tal asunto. En principio, como es lógico, debía acudir a la reunión nuestro “Figura” pero el JZ prefirió que me desplazase yo porque no se iba a enterar de nada. Hay que añadir que la responsable de nuestra estación vecina, al no vender prensa en ésa época, no era necesaria su presencia.
Me ilusionaba aquella excursión, me imaginé en una reunión ejecutiva en un lugar snob, con decoración entre kistch y minimalista previo acceso a una sala de conferencias iluminada por luces led, con la temperatura ambiental adecuada, con micrófonos de televenta y videoproyectores high-tech, donde no faltara la típica libreta y bolígrafo corporativo, y el botellín de agua mineral con su correspondiente copa balón y servilleta, junto a la cestita de caramelos.
Tras pegar un salto vía Aerolíneas Air Nostrum a la isla mayor, la encargada que me asesoraba telefónicamente con la operativa y demás procedimientos, me recogió en la terminal del aeropuerto, y partimos juntos en su automóvil rumbo a algún restaurante de su agrado, pues era la hora de comer, y nuestra reunión no daría comienzo hasta las cuatro de la tarde. Aquella encargada 'estrella' era soltera por convicción, una madurita tintada muy bien puesta, y perfectamente complementada con Dolce Gabana, que no me despertaba la libido en absoluto, pero con la que tenía cierta confianza. No era nuestro primer encuentro, así que no hacían falta presentaciones. Entre plato y plato me iba poniendo al día de los pormenores de esto y aquello. Era una gran conocedora del mundo de Campsared, pues llevaba una pila de años en la empresa. Conocía muy bien a mi encargado y su desmadrada vida, pues ella pertenecía a su círculo de simpatizantes, y aunque era consciente de las limitaciones de tan insigne “Figura”, no censuraba su buen talante que impregnaba felicidad a casi todos. Yo sabía que esa super-encargada había estado, en algún momento de su brillante carrera, a las puertas del despido por causas relativamente ajenas a ella, pero que implicaron una tremenda mancha en su expediente. De no haber sido por la suprema intervención del DR ya no estaría en la empresa, y lo que pudo haber sido un despido fulminante, solo se quedó en una sanción menor, pero aún así, considerable. Llegado a este punto no me extenderé en suspicacias internas que, de todos modos, nada aportarían a esta historia al meternos en territorios no muy bien contrastados que se extienden a lo privado.
Después de comer y tras abandonar la cosmopolita ciudad vía autopista, llegamos a un pueblucho situado a media distancia de casi todas las estaciones del grupo. La reunión tenía lugar en un vetusto bar. El lugar semejaba una especie de casino de jubilados, cargado de humo y con la algarabía propia de las partiditas de mus y dominó. Aquel antro estaba cútremente decorado con multitud de trofeos deportivos, banderines y enormes bastones de esos que tienen grabado a fuego lindezas como: “Hoy no se fía. Mañana sí”. El único glamour que había allí era el traje de Armani del JZ, y mientras le estrechaba la mano, ya empezaba a arrepentirme de haber venido. Rápidamente nos hicieron subir al segundo piso del edificio, donde había una gélida sala apenas caldeada por alguna que otra estufa de butano.
Muchos de los allí presentes se preguntaban quien coño sería yo, pues no hubo tiempo de presentaciones. Cada uno de nosotros tomó asiento en su correspondiente silla de fórmica dispuestos a “aprender”. Observé mucho atuendo de gasofa, algunos, con las tristes y antiguas camisas de color salmón y cuello rojo que les delataban como expendedores avanzados por el simple hecho de estar allí. Otros, con el polo raso de azul descolorido y holgado de tantas lavadas, lo que indicaba inequívocamente su condición de encargados.
Éramos una veintena de personas, muchos de ellos presentaban un careto con expresión aburrida y exhausta, como de estar hasta los cojones, y que después de una dura jornada, aún tuvieran que aguantar aquello. Enseguida, ante la presencia de nuestro 'bien amado' JZ ejerciendo como maestro de ceremonias, el Instructor tomó la palabra, y lo que tenía que ser una charla amena y digerible se convirtió en un complejo y soporífero despliegue de métodos, códigos y álgebra operativa para enfrentarse al enorme caos que conllevaba la administración y proceso de tantos coleccionables, de tanto dvd, y de tantos cupones. Todo aquel complicado mundo de cuberterías por entregas, futbolitos del Marca, recetarios de cocina de Arguiñano, recetarios de postres de la hermana de Arguiñano, coleccionables de insectos, coleccionables de minerales, coleccionables de mariposas, y así un largo etcétera hasta acabar en las tacitas de los Beatles. A las dos horas y pico, cuando aquello ya derivó en un concurso de ideas para la correcta aplicación de devoluciones ateniéndonos al sistema de etiquetaje por código de colores dependiendo de cada distribuidora y teniendo en cuenta el número de bultos a devolver, yo ya miraba sin disimulo la esfera de mi Swatch cagándome en mi putísima madre por haberme dejado embaucar en aquello. Mi avión, el último del día, despegaba a las 21:00 horas y la situación no veía su fin, ¡¡Por Dioooosssss, nunca maiiiis!!.
Mi mente se aletargó en una fase de auto-hipnosis para hacer más llevadero aquel trance, y cuando quise darme cuenta ya estaba en el interior del coche de la encargada cagando leches hacia el aeropuerto. Para colmo, dado la franja que era -la hora punta en que todos los curritos regresan a casa-, la utopista estaba reventada de vehículos convergiendo de retención en retención lo que amenazaba mi abandono de aquella tierra.
-Tranquilo, esto pasa cada día. Qué suerte tenéis de vivir donde vivís. (Dijo ella.)
Entonces, en cuanto pudo, se desvió por una carretera secundaria que pronto menguó en un pequeño vial. Era de noche, estábamos en pleno campo y no se veía luz eléctrica de ninguna clase a excepción de los faros del coche en cuyo haz se cruzaba alguna que otra lechuza en vuelo fantasmal resaltando su blanca y fugaz trayectoria.
-Oye, ¿Estás segura de que por aquí llegamos? No se ve nada. (Dije yo.)
-No te preocupes, que dormirás en tu camita. (Respondió ella.)
-Si pierdo el vuelo no llevo pijama. (Indiqué yo.)
-En ese caso no lo necesitaras. (Indicó ella.)
No se que quiso decir con aquello, pero el camino se hacía interminable, parecía que no se ganaba tiempo por ese atajo. Mejor hubiésemos seguido por la autopista, pensé. Y por pensar pensé que precisamente lo estaba haciendo adrede para que perdiese mi vuelo. Entonces me vino a la mente una cosa que El “Figura” me contó una vez. Y a Dios pongo por testigo que de lo emitido por sus labios no acierto a distinguir cuánto hubo de verdadero y cuánto de falso.
El caso es que en una ocasión, regresando ambos en avión de un cursillo de Radiant impartido en una ciudad remota, nuestro colega tuvo que pasar la noche en casa de ella al haber perdido el vuelo de enlace. Ya instalado y mientras se hallaba cómodamente sentado en la butaca viendo la tele, apareció ella en camisón corto, y tomó asiento en el sofá situado enfrente. Entonces comenzó a limarse las uñas de los pies exhibiendo premeditadamente, según él, tó el “monedero”. Ante lo cual el “Figura”, que en el fondo no es tonto, eludió la situación retirándose prudentemente a su cuarto con el pretexto de que estaba muy cansado y tenía sueño (…).
Pero volvamos a la realidad que nos ocupa. Afortunadamente, el resplandor de potentes focos halógenos comenzó a surgir a corta distancia, y enseguida ya se pudo contemplar todo tipo de luces y movimiento. En un plis plas ya estaba en el aeropuerto, con el tiempo justo de pasar el control -y menos mal que ya tenía la tarjeta de embarque-, si no lo pierdo.
Me despedí de la encargada hasta un nuevo encuentro, y después, de vuelta a casa en el bimotor de doble hélice a punto de despegar, rememoré, con el cinturón ya abrochado, la experiencia del cursillo de la puta prensa de los cojones, y en eso se me acercó la azafata: “Caballero, ¿El País? ¿ABC? ¿La Razón?
-!!Nooooooooooor!!
(Continuará, como no podía ser de otra manera.)
Me ilusionaba aquella excursión, me imaginé en una reunión ejecutiva en un lugar snob, con decoración entre kistch y minimalista previo acceso a una sala de conferencias iluminada por luces led, con la temperatura ambiental adecuada, con micrófonos de televenta y videoproyectores high-tech, donde no faltara la típica libreta y bolígrafo corporativo, y el botellín de agua mineral con su correspondiente copa balón y servilleta, junto a la cestita de caramelos.
Tras pegar un salto vía Aerolíneas Air Nostrum a la isla mayor, la encargada que me asesoraba telefónicamente con la operativa y demás procedimientos, me recogió en la terminal del aeropuerto, y partimos juntos en su automóvil rumbo a algún restaurante de su agrado, pues era la hora de comer, y nuestra reunión no daría comienzo hasta las cuatro de la tarde. Aquella encargada 'estrella' era soltera por convicción, una madurita tintada muy bien puesta, y perfectamente complementada con Dolce Gabana, que no me despertaba la libido en absoluto, pero con la que tenía cierta confianza. No era nuestro primer encuentro, así que no hacían falta presentaciones. Entre plato y plato me iba poniendo al día de los pormenores de esto y aquello. Era una gran conocedora del mundo de Campsared, pues llevaba una pila de años en la empresa. Conocía muy bien a mi encargado y su desmadrada vida, pues ella pertenecía a su círculo de simpatizantes, y aunque era consciente de las limitaciones de tan insigne “Figura”, no censuraba su buen talante que impregnaba felicidad a casi todos. Yo sabía que esa super-encargada había estado, en algún momento de su brillante carrera, a las puertas del despido por causas relativamente ajenas a ella, pero que implicaron una tremenda mancha en su expediente. De no haber sido por la suprema intervención del DR ya no estaría en la empresa, y lo que pudo haber sido un despido fulminante, solo se quedó en una sanción menor, pero aún así, considerable. Llegado a este punto no me extenderé en suspicacias internas que, de todos modos, nada aportarían a esta historia al meternos en territorios no muy bien contrastados que se extienden a lo privado.
Después de comer y tras abandonar la cosmopolita ciudad vía autopista, llegamos a un pueblucho situado a media distancia de casi todas las estaciones del grupo. La reunión tenía lugar en un vetusto bar. El lugar semejaba una especie de casino de jubilados, cargado de humo y con la algarabía propia de las partiditas de mus y dominó. Aquel antro estaba cútremente decorado con multitud de trofeos deportivos, banderines y enormes bastones de esos que tienen grabado a fuego lindezas como: “Hoy no se fía. Mañana sí”. El único glamour que había allí era el traje de Armani del JZ, y mientras le estrechaba la mano, ya empezaba a arrepentirme de haber venido. Rápidamente nos hicieron subir al segundo piso del edificio, donde había una gélida sala apenas caldeada por alguna que otra estufa de butano.
Muchos de los allí presentes se preguntaban quien coño sería yo, pues no hubo tiempo de presentaciones. Cada uno de nosotros tomó asiento en su correspondiente silla de fórmica dispuestos a “aprender”. Observé mucho atuendo de gasofa, algunos, con las tristes y antiguas camisas de color salmón y cuello rojo que les delataban como expendedores avanzados por el simple hecho de estar allí. Otros, con el polo raso de azul descolorido y holgado de tantas lavadas, lo que indicaba inequívocamente su condición de encargados.
Éramos una veintena de personas, muchos de ellos presentaban un careto con expresión aburrida y exhausta, como de estar hasta los cojones, y que después de una dura jornada, aún tuvieran que aguantar aquello. Enseguida, ante la presencia de nuestro 'bien amado' JZ ejerciendo como maestro de ceremonias, el Instructor tomó la palabra, y lo que tenía que ser una charla amena y digerible se convirtió en un complejo y soporífero despliegue de métodos, códigos y álgebra operativa para enfrentarse al enorme caos que conllevaba la administración y proceso de tantos coleccionables, de tanto dvd, y de tantos cupones. Todo aquel complicado mundo de cuberterías por entregas, futbolitos del Marca, recetarios de cocina de Arguiñano, recetarios de postres de la hermana de Arguiñano, coleccionables de insectos, coleccionables de minerales, coleccionables de mariposas, y así un largo etcétera hasta acabar en las tacitas de los Beatles. A las dos horas y pico, cuando aquello ya derivó en un concurso de ideas para la correcta aplicación de devoluciones ateniéndonos al sistema de etiquetaje por código de colores dependiendo de cada distribuidora y teniendo en cuenta el número de bultos a devolver, yo ya miraba sin disimulo la esfera de mi Swatch cagándome en mi putísima madre por haberme dejado embaucar en aquello. Mi avión, el último del día, despegaba a las 21:00 horas y la situación no veía su fin, ¡¡Por Dioooosssss, nunca maiiiis!!.
Mi mente se aletargó en una fase de auto-hipnosis para hacer más llevadero aquel trance, y cuando quise darme cuenta ya estaba en el interior del coche de la encargada cagando leches hacia el aeropuerto. Para colmo, dado la franja que era -la hora punta en que todos los curritos regresan a casa-, la utopista estaba reventada de vehículos convergiendo de retención en retención lo que amenazaba mi abandono de aquella tierra.
-Tranquilo, esto pasa cada día. Qué suerte tenéis de vivir donde vivís. (Dijo ella.)
Entonces, en cuanto pudo, se desvió por una carretera secundaria que pronto menguó en un pequeño vial. Era de noche, estábamos en pleno campo y no se veía luz eléctrica de ninguna clase a excepción de los faros del coche en cuyo haz se cruzaba alguna que otra lechuza en vuelo fantasmal resaltando su blanca y fugaz trayectoria.
-Oye, ¿Estás segura de que por aquí llegamos? No se ve nada. (Dije yo.)
-No te preocupes, que dormirás en tu camita. (Respondió ella.)
-Si pierdo el vuelo no llevo pijama. (Indiqué yo.)
-En ese caso no lo necesitaras. (Indicó ella.)
No se que quiso decir con aquello, pero el camino se hacía interminable, parecía que no se ganaba tiempo por ese atajo. Mejor hubiésemos seguido por la autopista, pensé. Y por pensar pensé que precisamente lo estaba haciendo adrede para que perdiese mi vuelo. Entonces me vino a la mente una cosa que El “Figura” me contó una vez. Y a Dios pongo por testigo que de lo emitido por sus labios no acierto a distinguir cuánto hubo de verdadero y cuánto de falso.
El caso es que en una ocasión, regresando ambos en avión de un cursillo de Radiant impartido en una ciudad remota, nuestro colega tuvo que pasar la noche en casa de ella al haber perdido el vuelo de enlace. Ya instalado y mientras se hallaba cómodamente sentado en la butaca viendo la tele, apareció ella en camisón corto, y tomó asiento en el sofá situado enfrente. Entonces comenzó a limarse las uñas de los pies exhibiendo premeditadamente, según él, tó el “monedero”. Ante lo cual el “Figura”, que en el fondo no es tonto, eludió la situación retirándose prudentemente a su cuarto con el pretexto de que estaba muy cansado y tenía sueño (…).
Pero volvamos a la realidad que nos ocupa. Afortunadamente, el resplandor de potentes focos halógenos comenzó a surgir a corta distancia, y enseguida ya se pudo contemplar todo tipo de luces y movimiento. En un plis plas ya estaba en el aeropuerto, con el tiempo justo de pasar el control -y menos mal que ya tenía la tarjeta de embarque-, si no lo pierdo.
Me despedí de la encargada hasta un nuevo encuentro, y después, de vuelta a casa en el bimotor de doble hélice a punto de despegar, rememoré, con el cinturón ya abrochado, la experiencia del cursillo de la puta prensa de los cojones, y en eso se me acercó la azafata: “Caballero, ¿El País? ¿ABC? ¿La Razón?
-!!Nooooooooooor!!
(Continuará, como no podía ser de otra manera.)
CAPITULO 10
Tras superar la Semana Santa de 2004 con un éxito apoteósico en cuanto a resultados de combustible y productos de tienda, dio comienzo la temporada turística, lo que suponía multiplicar aún más las ventas. Las tareas de limpieza de surtidores, pista y tren de lavado se hacían en la medida de lo posible, es decir, muy de tarde en tarde y sólo con ocasión de las visitas del JZ. A partir de esa época los resultados de Horizonte* en nuestra estación comenzaron a ser reales y reflejaban todo aquello que debía mejorar. En principio no parecía tener demasiado peso en la opinión de los jefes teniendo en cuenta que para la fluidez de la estación se hacía necesario la permanencia de dos expendedores en ambas cajas la mayor parte del tiempo, pero pronto el JZ se fue volviendo más exigente con el tema de las puntuaciones del cliente fantasma.
Así, nos pusieron un expendedor extra durante los tres meses fuertes de verano además del sustituto para realizar las vacaciones, que solía ser una expendedora con experiencia de la estación vecina que hacía de correturnos. Lo bueno de la correturnos es que disponíamos de esta persona con un margen añadido de dos meses, eso me permitía planear las vacaciones de todos con una ventaja como era la de empalmar el inicio vacacional inmediatamente después de los cuatro días libres, de modo que se alargaban esas jornadas de ocio y al finalizar éstas podías encontrarte que trabajabas tres o cuatro días (o incluso menos) y de nuevo estabas disfrutando de la siguiente tanda de días libres. En todo caso, siempre podías negociar con los compañeros ese par de días para enganchar con los libres. Lógicamente nuestras quincenas vacacionales no comenzaban el día 1 o 16 del mes, sino en el momento inmediato más ventajoso. De este modo disfrutábamos de superávit anual de días descansados gracias a esos dos meses de margen. (El cuadrante anual para la empresa era el estándar, pero nosotros utilizábamos el nuestro particular) No había problema al respecto, en ésa época nunca los había porque la plantilla se avenía muy bien y no había demasiado control por parte del JZ en ese aspecto. El expendedor de refuerzo y la de fin de semana o de libre disposición tenían un contrato a cuya finalización se les abonaba en finiquito las vacaciones no disfrutadas, y así vuelta a empezar, a veces con la misma gente, y a veces con otra distinta según las circunstancias.
El tiempo fue pasando, dejamos atrás los años 2004 y 2005 todo lo bien que se podía esperar. Sin problemas destacables, cualquier contingencia se arreglaba satisfactoriamente de modo interno, y por lo tanto no necesitábamos de sindicatos ni árbitros para tales menesteres. En ese periodo se cambió de expendedor varias veces, pues el conocido del “Figura”, que sustituyó a uno de los compañeros jubilados no se consolidó en su puesto. Los que vinieron después probaron aquello y pronto vieron que con el sueldo que se pagaba no valía la pena el esfuerzo, y otros simplemente no se sintieron a gusto con aquel oficio. Hubo una racha de gente que no aguantaba más de seis meses, y cuando venía alguien realmente válido, al alcanzar un año, la empresa no le renovaba el contrato por razones de política interna.
Ya hacía bastante tiempo que nos instalaron las cámaras de seguridad, así que las "fugas" pasamos a denunciarlas, a instancias de la policía, por fin con datos concretos y certeros, y a la vuelta de la comisaría (siempre en horas de trabajo) te parabas a tomar un respiro con cervecita y pincho incluido. El hecho de que ya dispusiéramos de cámaras, conllevó que la deuda menguara sustancialmente, pero siempre había confusiones de cobro, o descuadres de los empleados nuevos, o mil cosas derivadas de tantas y tantas transacciones que hacía que el montante de lo debido continuara allí, oculto pero latente, siempre variable gracias al beneficio de “nuestras” Pruebas de Surtidor.
Por aquel entonces mi “enchufada”, la futura crack de esta historia, ya se había ganado la total confianza del “Figura” a base de reírle los chistes malos con unas carcajadas de tal magnitud que dejaban a la vista los huecos de sus vacantes muelas. Ya en el año 2006, con mi rango de expendedor deLuxe totalmente consolidado, fui instruyendo a mi “enchufada” poco a poco, en el manejo del Handheld* para realizar los pedidos de tienda, de este modo estaría preparada para cuando a mi me fuese imposible hacerlo por cualquier razón, ya que el “Figura” no sabía y pasaba de eso.
Y le gustó a mi “enchufada” lo del pedido, vaya que sí. Eso de pasearse con la maquinita por la tienda moviendo el pandero de aquí para allá a la vista de nuestros clientes habituales parecía que la elevaba al séptimo cielo.
Lo del Handheld fue el primer paso, pronto aprendió su uso para los inventarios, y ya en la oficina la instruí en la aplicación informática para dar de baja los productos caducados y alguna que otra cosita de la operativa.
Y hablando de inventarios, ese mes habíamos tenido unas mermas que superaban ciertamente lo permitido. Ello se debía en buena parte a que durante el proceso, la responsable de la estación vecina, que venía a ayudarnos con su propio Handheld, ejercía escrupulosamente su deber y limitaba en lo posible las “maniobras” del “Figura”. Caía mal aquella encargada. No obstante estaba catalogada por el JZ como una de las mejores, y yo tenía una relación muy especial con ella desde antes de su ingreso en la empresa, así que era consciente de su mayor preocupación por las cosas. Hacía algún tiempo que en su estación surgió un problema de acoso con un expendedor, un hecho que llevaban meses arrastrando y que no acababa de solucionarse. La historia derivaba a tal magnitud que apenas podía dormir sin medicarse. Por supuesto tanto el JZ como el DR estaban al corriente de la delicada situación que se vivía en la estación vecina, cuya problemática inevitablemente, trascendió más allá de la Delegación.
Al poco tiempo, y ante la evidencia que las cosas podían derivar a mayores, y no teniendo un fácil arreglo si la empresa no echaba mano de la chequera, el JZ dio vía libre a una maniobra que, para ser llevada a cabo, necesitaba sustancialmente de mi colaboración.
Pero eso se verá en el próximo capítulo.
(Continuará…)
*Horizonte: Programa inicialmente creado para evaluar la calidad en el servicio de las EESS, posteriormente sustituído por Estación 10
*Hand held: terminal portátil para la realización de pedidos e inventarios.
Así, nos pusieron un expendedor extra durante los tres meses fuertes de verano además del sustituto para realizar las vacaciones, que solía ser una expendedora con experiencia de la estación vecina que hacía de correturnos. Lo bueno de la correturnos es que disponíamos de esta persona con un margen añadido de dos meses, eso me permitía planear las vacaciones de todos con una ventaja como era la de empalmar el inicio vacacional inmediatamente después de los cuatro días libres, de modo que se alargaban esas jornadas de ocio y al finalizar éstas podías encontrarte que trabajabas tres o cuatro días (o incluso menos) y de nuevo estabas disfrutando de la siguiente tanda de días libres. En todo caso, siempre podías negociar con los compañeros ese par de días para enganchar con los libres. Lógicamente nuestras quincenas vacacionales no comenzaban el día 1 o 16 del mes, sino en el momento inmediato más ventajoso. De este modo disfrutábamos de superávit anual de días descansados gracias a esos dos meses de margen. (El cuadrante anual para la empresa era el estándar, pero nosotros utilizábamos el nuestro particular) No había problema al respecto, en ésa época nunca los había porque la plantilla se avenía muy bien y no había demasiado control por parte del JZ en ese aspecto. El expendedor de refuerzo y la de fin de semana o de libre disposición tenían un contrato a cuya finalización se les abonaba en finiquito las vacaciones no disfrutadas, y así vuelta a empezar, a veces con la misma gente, y a veces con otra distinta según las circunstancias.
El tiempo fue pasando, dejamos atrás los años 2004 y 2005 todo lo bien que se podía esperar. Sin problemas destacables, cualquier contingencia se arreglaba satisfactoriamente de modo interno, y por lo tanto no necesitábamos de sindicatos ni árbitros para tales menesteres. En ese periodo se cambió de expendedor varias veces, pues el conocido del “Figura”, que sustituyó a uno de los compañeros jubilados no se consolidó en su puesto. Los que vinieron después probaron aquello y pronto vieron que con el sueldo que se pagaba no valía la pena el esfuerzo, y otros simplemente no se sintieron a gusto con aquel oficio. Hubo una racha de gente que no aguantaba más de seis meses, y cuando venía alguien realmente válido, al alcanzar un año, la empresa no le renovaba el contrato por razones de política interna.
Ya hacía bastante tiempo que nos instalaron las cámaras de seguridad, así que las "fugas" pasamos a denunciarlas, a instancias de la policía, por fin con datos concretos y certeros, y a la vuelta de la comisaría (siempre en horas de trabajo) te parabas a tomar un respiro con cervecita y pincho incluido. El hecho de que ya dispusiéramos de cámaras, conllevó que la deuda menguara sustancialmente, pero siempre había confusiones de cobro, o descuadres de los empleados nuevos, o mil cosas derivadas de tantas y tantas transacciones que hacía que el montante de lo debido continuara allí, oculto pero latente, siempre variable gracias al beneficio de “nuestras” Pruebas de Surtidor.
Por aquel entonces mi “enchufada”, la futura crack de esta historia, ya se había ganado la total confianza del “Figura” a base de reírle los chistes malos con unas carcajadas de tal magnitud que dejaban a la vista los huecos de sus vacantes muelas. Ya en el año 2006, con mi rango de expendedor deLuxe totalmente consolidado, fui instruyendo a mi “enchufada” poco a poco, en el manejo del Handheld* para realizar los pedidos de tienda, de este modo estaría preparada para cuando a mi me fuese imposible hacerlo por cualquier razón, ya que el “Figura” no sabía y pasaba de eso.
Y le gustó a mi “enchufada” lo del pedido, vaya que sí. Eso de pasearse con la maquinita por la tienda moviendo el pandero de aquí para allá a la vista de nuestros clientes habituales parecía que la elevaba al séptimo cielo.
Lo del Handheld fue el primer paso, pronto aprendió su uso para los inventarios, y ya en la oficina la instruí en la aplicación informática para dar de baja los productos caducados y alguna que otra cosita de la operativa.
Y hablando de inventarios, ese mes habíamos tenido unas mermas que superaban ciertamente lo permitido. Ello se debía en buena parte a que durante el proceso, la responsable de la estación vecina, que venía a ayudarnos con su propio Handheld, ejercía escrupulosamente su deber y limitaba en lo posible las “maniobras” del “Figura”. Caía mal aquella encargada. No obstante estaba catalogada por el JZ como una de las mejores, y yo tenía una relación muy especial con ella desde antes de su ingreso en la empresa, así que era consciente de su mayor preocupación por las cosas. Hacía algún tiempo que en su estación surgió un problema de acoso con un expendedor, un hecho que llevaban meses arrastrando y que no acababa de solucionarse. La historia derivaba a tal magnitud que apenas podía dormir sin medicarse. Por supuesto tanto el JZ como el DR estaban al corriente de la delicada situación que se vivía en la estación vecina, cuya problemática inevitablemente, trascendió más allá de la Delegación.
Al poco tiempo, y ante la evidencia que las cosas podían derivar a mayores, y no teniendo un fácil arreglo si la empresa no echaba mano de la chequera, el JZ dio vía libre a una maniobra que, para ser llevada a cabo, necesitaba sustancialmente de mi colaboración.
Pero eso se verá en el próximo capítulo.
(Continuará…)
*Horizonte: Programa inicialmente creado para evaluar la calidad en el servicio de las EESS, posteriormente sustituído por Estación 10
*Hand held: terminal portátil para la realización de pedidos e inventarios.
CAPITULO 11
El Mobbing, el tan famoso 'acoso psicológico' es, como ustedes saben, la herramienta de la que se valen jefes y jefecillos para mermar al empleado con el fin de provocar su eliminación en el puesto. Ahora bien, no hay que olvidar que existe el mobbing inverso, el que ejercen los empleados contra su jefe. Aquí todo el mundo juega sus cartas, bien porque te caiga mal tu encargada o por múltiples motivos. A no ser que el encargado sea un pedazo de tío con los cojones bien negros y los bigotes más puestos que Tejero, el acoso al superior suele ser tremendamente devastador en este negocio, pues los encargados son trabajadores muy vulnerables precisamente por su condición de responsables directos de la buena marcha del negocio en unas condiciones de presión que todos conocemos. ¿Cuántas veces hemos experimentado las múltiples complicaciones técnicas y operativas de una estación estando el encargado ausente? Entre paradas de Solred, reinicios del sistema, problemas con surtidores, clientes que reclaman la presencia del responsable para temas de poca monta, y así un largo etcétera, el empleado, por muy preparado que esté, puede hacer valer su opción de “tocador de huevos” si se lo propone.
Eso implica, que ante cualquier chorrada se abuse de llamadas a deshoras, sean en domingos o festivos (por no hablar del despliegue calculado y premeditado de multitud de adversidades y maniobras poco éticas, con el fin de provocar el mayor daño posible al negocio y al responsable de éste. ¿Cuántos métodos desleales, sabotajes de sutil índole y ocultación maliciosa, y con alevosía disimulada posee el acosador en una operación premeditada de desgaste y derribo? Y siempre sin pruebas demostrables o de escasa validez probatoria por parte de la víctima.
Así que, cuando se me recomendó el traslado temporal a la estación vecina para causar la mayor “incomodidad” posible a este expendedor “rebelde”, dudé sobre lo lícito de mi labor, pero finalmente, por hacerle un favor a la encargada, acepté la propuesta, siempre y cuando no se prolongara la cosa más allá de cuatro o cinco semanas, pues mi “enchufada” estaba subiéndose a la parra demasiado deprisa, y ganándose con su paripé la confianza del JZ (La del “Figura” ya la tenía ganada).
En principio mi papel no era otro que el de “estar allí”. Iba de paisano, pero por ocupar el tiempo me vestía la chaqueta y ayudaba de vez en cuando en la oficina a la encargada, pero sobretodo, me hacía ver por la tienda y las instalaciones, como un “incógnito” reconocido de plantilla. No estaba sujeto a horarios concretos, mis obligaciones en materia de expendedor sólo las ejercía si eran completamente necesarias, pero nunca en la caja. No era uno más, sino una especie de “adjunto operativo”, por llamarlo de alguna manera. Evidentemente era el “toca huevos” del “toca huevos” pero sin incordiarle directamente. Únicamente tenía que hacer presencia de modo pausado pero constante, algo así como el intermitente goteo de aquella famosa tortura, ello provocaba en el rebelde tales desasosiegos que no tardaron en aflorar los nervios y las desavenencias. Fue tal la incomodidad ante la nueva situación, que un buen día el “amigo” fingió una “tremenda agresión” en el riñón izquierdo por parte de la encargada cuando ésta, al abrir una puerta, lo golpeo levemente de modo accidental. Vimos al actor retorciéndose de dolor, como un futbolista a dos minutos de la final. Entonces vinieron sindicato y “procuradores” para echar más carbón a la caldera. En fin, no quiero extenderme más en una interminable lista de miserias, en las que al fin y al cabo mi papel no terminaba de entusiasmarme por completo. Solo añadiré que finalmente, el “amigo”, tras agotar todo repertorio de recursos, y ante el riesgo de sucumbir a una “autocombustión interna espontánea” provocó su propio despido. Y para ello le bastó con la simple maniobra de tapar con una bolsa de basura la cámara de seguridad de Caja, cosa que hizo a pecho descubierto y con desvergonzada alevosía para que constara bien su osadía.
Mi misión había terminado. Días después llegó el expediente.
Ante el JZ, y reunidos la encargada, el “Figura”, un miembro del sindicato, y el afectado rubricaron la documentación previa al Semac de común acuerdo las partes, y por 2000 y pico eurillos de indemnización se puso fin a aquel melodrama laboral.
Nunca tanto costó tan poco.
(To be continued)
Eso implica, que ante cualquier chorrada se abuse de llamadas a deshoras, sean en domingos o festivos (por no hablar del despliegue calculado y premeditado de multitud de adversidades y maniobras poco éticas, con el fin de provocar el mayor daño posible al negocio y al responsable de éste. ¿Cuántos métodos desleales, sabotajes de sutil índole y ocultación maliciosa, y con alevosía disimulada posee el acosador en una operación premeditada de desgaste y derribo? Y siempre sin pruebas demostrables o de escasa validez probatoria por parte de la víctima.
Así que, cuando se me recomendó el traslado temporal a la estación vecina para causar la mayor “incomodidad” posible a este expendedor “rebelde”, dudé sobre lo lícito de mi labor, pero finalmente, por hacerle un favor a la encargada, acepté la propuesta, siempre y cuando no se prolongara la cosa más allá de cuatro o cinco semanas, pues mi “enchufada” estaba subiéndose a la parra demasiado deprisa, y ganándose con su paripé la confianza del JZ (La del “Figura” ya la tenía ganada).
En principio mi papel no era otro que el de “estar allí”. Iba de paisano, pero por ocupar el tiempo me vestía la chaqueta y ayudaba de vez en cuando en la oficina a la encargada, pero sobretodo, me hacía ver por la tienda y las instalaciones, como un “incógnito” reconocido de plantilla. No estaba sujeto a horarios concretos, mis obligaciones en materia de expendedor sólo las ejercía si eran completamente necesarias, pero nunca en la caja. No era uno más, sino una especie de “adjunto operativo”, por llamarlo de alguna manera. Evidentemente era el “toca huevos” del “toca huevos” pero sin incordiarle directamente. Únicamente tenía que hacer presencia de modo pausado pero constante, algo así como el intermitente goteo de aquella famosa tortura, ello provocaba en el rebelde tales desasosiegos que no tardaron en aflorar los nervios y las desavenencias. Fue tal la incomodidad ante la nueva situación, que un buen día el “amigo” fingió una “tremenda agresión” en el riñón izquierdo por parte de la encargada cuando ésta, al abrir una puerta, lo golpeo levemente de modo accidental. Vimos al actor retorciéndose de dolor, como un futbolista a dos minutos de la final. Entonces vinieron sindicato y “procuradores” para echar más carbón a la caldera. En fin, no quiero extenderme más en una interminable lista de miserias, en las que al fin y al cabo mi papel no terminaba de entusiasmarme por completo. Solo añadiré que finalmente, el “amigo”, tras agotar todo repertorio de recursos, y ante el riesgo de sucumbir a una “autocombustión interna espontánea” provocó su propio despido. Y para ello le bastó con la simple maniobra de tapar con una bolsa de basura la cámara de seguridad de Caja, cosa que hizo a pecho descubierto y con desvergonzada alevosía para que constara bien su osadía.
Mi misión había terminado. Días después llegó el expediente.
Ante el JZ, y reunidos la encargada, el “Figura”, un miembro del sindicato, y el afectado rubricaron la documentación previa al Semac de común acuerdo las partes, y por 2000 y pico eurillos de indemnización se puso fin a aquel melodrama laboral.
Nunca tanto costó tan poco.
(To be continued)
CAPITULO 12
Era día libre. Como tenía que desplazarme a la ciudad para unas gestiones propias, al pasar por la estación me detuve en ella para comunicar mi inminente regreso, y aunque suponía que ya lo debían saber, de todos modos me paré para ver cómo iban las cosas después de mis cuatro semanitas y pico en la estación vecina.
Tan solo llegar ya se hizo evidente que la pista estaba tremendamente congestionada, entonces vislumbré al “Figura” en la zona de boxes lavando el coche de una clienta asidua de muy buen ver. Para eso valía el tío. Era un completo desastre en materia de organización pero en el ligoteo… vamos, en eso no le ganaba ni Escassi. Nunca comprendí, con su pinta de 'oso Yogui' cual era la clave exacta para que cayera tan simpático especialmente entre las féminas y con el resto en general. Obviamente, gracias a su fanfarria lograba venderse con un estatus muy por encima de la realidad. Incluso con personas allegadas que lo conocían bien, entre ellos abogados, notarios y directores de bancos, se desprendía entre ellos tal relación de cercanía, que parecía que la simple cordialidad, se extendiese a ese trato que hay entre coleguitas de toda la vida que aún te deben favores.
Como vi que andaba muy “ocupado”, pasé de él, y me dirigí a la oficina tras cruzar una tienda abarrotada de multitudes. Con sorpresa, al entrar en la oficina, me encontré a mi “enchufada” introduciendo albaranes en el sistema. Verla con aquella relajada parsimonia, reposando su inmenso culo, que abarcaba muchísimo más de lo que el sillón daba de sí, mientras el compañero de caja no daba a basto con la cola de clientes, me sentó como una patá en toos los güevos, pero mantuve la cordialidad y las buenas formas.
-¡Hombre! ¿Aprendiste a meter albaranes? -Pregunté tras saludar.
-¡No, que vá! Sólo las boletas de móviles y poco más.
-Ya, ¿Y no has visto lo que hay ahí afuera?
-¿Ah, Patricia? ¿A que es guapo el coche que se ha comprado…?
No necesité oír más. Salí a la cabina del horno y extraje de su interior las bandejas cuyo contenido ya debía haberse cocido por lo menos una hora antes. Aquellas baguettes no se las hubiese comido ni el mismísimo Carpanta.
Mientras tanto, en el exterior, el “Figura” seguía con el coche de Patricia…, y con Patricia.
Más tarde, cuando ya se hubo despejado notablemente la marea humana, el “Figura” regresó a la tienda y me comunicó que en una fecha concreta del mes de abril (del 2007, pues ya estábamos en ese año) estaba prevista una convención de la empresa llamada “Promotores del Cambio”.
-¿Y de qué va eso? - Indagué.
-De las 5 K´s y todo ese rollo. (Me acordé de la patética reunión de la Prensa)
.-No jodas, ¿Y quien va? -Le pregunté.
-Es para expendedores seleccionados de cada cartera y algunos encargados, con la presencia de todos los jefazos de la plana mayor. Me ha dicho un amiguete de la Delegación XY, que él ya acudió otra vez a un festival en otro año, y que la cosa estuvo cojonuda, que estuvieron dos días en un hotel de puta madre y en pensión completa.
-En ese caso ¿iras, no?
-No está previsto, pero el JZ me lo va a arreglar todo.
-Ya, ¿Y con quien irás?
El JZ, acompañado de un encargado y de los expendedores seleccionados de su cartera iban a bordo del avión rumbo a “Promotores del Cambio” (Hay que señalar que no era el clásico bimotor de doble hélice sino un reactor como Dios manda).
Por otra parte, el “Figura”, una compañera de la estación vecina y yo, tomamos otro reactor distinto rumbo al mismo destino. A mí me tocó asiento junto a dos monjas (se lo juro) y al “Figura”dos filas mas atrás en medio de la compañera de la estación vecina y una tipaza bien cañona, como no podía ser de otra manera. En un momento dado, mientras nos acomodábamos me pareció oír cierto recochineo, señal inequívoca de que alguien se estaba partiendo el rabo a mi costa.
Al reunirnos en la terminal de llegadas, nos unimos a diferentes JZ´s que aguardaban a nuestro grupo para trasladarnos en diversos vehículos al Hotel Miami* * * * , ya que por lo visto, habían cancelado el autocar para ahorrarse unas perrillas.
Al llegar al hotel y reunirnos en el hall con una multitud de desconocidos compañeros de la empresa (más de 300 personas), hicimos el check-in, y nos entregaron el odioso lanyard de Repsol con la tarjeta identificativa para que te lo colgaras en el cuello. Después, nos instalamos a gusto, cada cual en su habitación. Los caballeros en las de uso individual, y las señoritas en las de doble uso (En teoría). Hay que señalar que las instalaciones del hotel, el bar, los salones y el spá tenían buena pinta, muy buena pinta. Ahí se lucieron, vaya que sí.
PD.: En el próximo capítulo: 'Diversión y Lavado de Cerebro' (“Brain Washing”, que queda más molón).
Tan solo llegar ya se hizo evidente que la pista estaba tremendamente congestionada, entonces vislumbré al “Figura” en la zona de boxes lavando el coche de una clienta asidua de muy buen ver. Para eso valía el tío. Era un completo desastre en materia de organización pero en el ligoteo… vamos, en eso no le ganaba ni Escassi. Nunca comprendí, con su pinta de 'oso Yogui' cual era la clave exacta para que cayera tan simpático especialmente entre las féminas y con el resto en general. Obviamente, gracias a su fanfarria lograba venderse con un estatus muy por encima de la realidad. Incluso con personas allegadas que lo conocían bien, entre ellos abogados, notarios y directores de bancos, se desprendía entre ellos tal relación de cercanía, que parecía que la simple cordialidad, se extendiese a ese trato que hay entre coleguitas de toda la vida que aún te deben favores.
Como vi que andaba muy “ocupado”, pasé de él, y me dirigí a la oficina tras cruzar una tienda abarrotada de multitudes. Con sorpresa, al entrar en la oficina, me encontré a mi “enchufada” introduciendo albaranes en el sistema. Verla con aquella relajada parsimonia, reposando su inmenso culo, que abarcaba muchísimo más de lo que el sillón daba de sí, mientras el compañero de caja no daba a basto con la cola de clientes, me sentó como una patá en toos los güevos, pero mantuve la cordialidad y las buenas formas.
-¡Hombre! ¿Aprendiste a meter albaranes? -Pregunté tras saludar.
-¡No, que vá! Sólo las boletas de móviles y poco más.
-Ya, ¿Y no has visto lo que hay ahí afuera?
-¿Ah, Patricia? ¿A que es guapo el coche que se ha comprado…?
No necesité oír más. Salí a la cabina del horno y extraje de su interior las bandejas cuyo contenido ya debía haberse cocido por lo menos una hora antes. Aquellas baguettes no se las hubiese comido ni el mismísimo Carpanta.
Mientras tanto, en el exterior, el “Figura” seguía con el coche de Patricia…, y con Patricia.
Más tarde, cuando ya se hubo despejado notablemente la marea humana, el “Figura” regresó a la tienda y me comunicó que en una fecha concreta del mes de abril (del 2007, pues ya estábamos en ese año) estaba prevista una convención de la empresa llamada “Promotores del Cambio”.
-¿Y de qué va eso? - Indagué.
-De las 5 K´s y todo ese rollo. (Me acordé de la patética reunión de la Prensa)
.-No jodas, ¿Y quien va? -Le pregunté.
-Es para expendedores seleccionados de cada cartera y algunos encargados, con la presencia de todos los jefazos de la plana mayor. Me ha dicho un amiguete de la Delegación XY, que él ya acudió otra vez a un festival en otro año, y que la cosa estuvo cojonuda, que estuvieron dos días en un hotel de puta madre y en pensión completa.
-En ese caso ¿iras, no?
-No está previsto, pero el JZ me lo va a arreglar todo.
-Ya, ¿Y con quien irás?
“Air Europa se complace en darles la bienvenida como pasajeros del vuelo AE90024 con rumbo a su Destino. El comandante Benito y la tripulación les deseamos un feliz y agradable vuelo.”
Por otra parte, el “Figura”, una compañera de la estación vecina y yo, tomamos otro reactor distinto rumbo al mismo destino. A mí me tocó asiento junto a dos monjas (se lo juro) y al “Figura”dos filas mas atrás en medio de la compañera de la estación vecina y una tipaza bien cañona, como no podía ser de otra manera. En un momento dado, mientras nos acomodábamos me pareció oír cierto recochineo, señal inequívoca de que alguien se estaba partiendo el rabo a mi costa.
Al reunirnos en la terminal de llegadas, nos unimos a diferentes JZ´s que aguardaban a nuestro grupo para trasladarnos en diversos vehículos al Hotel Miami* * * * , ya que por lo visto, habían cancelado el autocar para ahorrarse unas perrillas.
Al llegar al hotel y reunirnos en el hall con una multitud de desconocidos compañeros de la empresa (más de 300 personas), hicimos el check-in, y nos entregaron el odioso lanyard de Repsol con la tarjeta identificativa para que te lo colgaras en el cuello. Después, nos instalamos a gusto, cada cual en su habitación. Los caballeros en las de uso individual, y las señoritas en las de doble uso (En teoría). Hay que señalar que las instalaciones del hotel, el bar, los salones y el spá tenían buena pinta, muy buena pinta. Ahí se lucieron, vaya que sí.
PD.: En el próximo capítulo: 'Diversión y Lavado de Cerebro' (“Brain Washing”, que queda más molón).
CAPITULO 13
Detrás del púlpito de intervenciones y ante una multitud que aguardaba con expectación en el salón de conferencias que hacía a la vez de comedor y sala de espectáculos, 'el Portugués tomó la palabra con ese solemne despliegue tan propio de políticos, oradores y demás trileros de la palabra.
“Boas tardes, compañeiros, colaboradoires y miembros adlluntos. Eu meu nombre es António Calçada y quiero dar´sus la bienvenida a estas llornadas de “Promotoures deu Cambio”. Como tous saben, os resultados ouperativos y volumen de negoçio sitúan a Campsared como líder deu seu segmento moito por delante d´outras coumpañías de la coumpetençia. La situaçión deu mercado actual nos oubliga dentro de la globalisaçión no sólo a mantener esa cuota sino a aumentarla moito por ençima deus indicadoires que maneja el Downstream. Pensau una cousa, tan sólo una cousa: Tous os días visitan nostras estaçiones 300.000 clientes, si lougramos vender a cada cliente una coca coula, facturaremos 300.000 coca coulas, esto no es brouma, la matemática es aisí de simple, y touto lo demás son sandeçes. El oubjetivo fundaumental de touto negoçio coumpetitivo es la sua expansión y creiçimiento y por tanto, conçecuentes d´este desafío, toutos traballamos desde el Downstream por la revalorisaçión deu´la nostra eumpresa. Pero el verdadeiro motor d´esta coumpañía, el mayor tesouro, sous vosoutros, os expendedoires. Tous vosoutros sous os verdadeiros “Promotoures deu Cambio”, y ous pido que trasmitais a voustros compañeiros la nova filosofía d´esta eumpresa. Heumos coumençado con moito éxito las 5 K´s, y esto no es más qu´el coumienço. Confío en tous vosoutros para qu´el “Cambio”, eu verdadeiro “Cambio”, sea una realitat a courto plaço y advierto que quien no coumparta la nova filosofía teundrá que baillarse forçosamente deu tren”.
Los aplausos cerraron el discurso de un modo tan acalorado y ferviente, que se temía que más de uno se dislocase los dedos en ello. La mayoría no sospechábamos qué grado de compromiso comportaría aquellas palabras. Lo importante era estar allí y vivirlo. A continuación se proyectaron unos preciosos vídeos promocionales acerca de las estaciones de servicio contando sus bondades y prodigios, tras lo cual se sirvió la cena cuya calidad estuvo muy por encima de la altura del evento.
En el amplio salón abarrotado de mesas circulares nos distribuyeron a razón de 10 o 12 personas por mesa, sin separar sustancialmente los jefes de los empleados. El “Figura” ya hacía bastante rato que lo había perdido de vista, supongo que andaría en alguna mesa repleta de féminas. A mí me tocó compartir mantel con desconocidos compañeros, y a mi derecha había un tipo de ojos saltones con mirada hipnotizante por cuyo atuendo no tenía mucha pinta de ser un simple gasofita. Durante el evento los comensales disfrutamos de aquella experiencia cuya organización debió costar, como mínimo, lo que valen un par de camiones o tres a pedido completo.
Para cuando llegaron los postres y las copitas, los allí presentes ya habían roto el hielo, y el despotrique no tardó en aflorar. El tipo de mi derecha participaba de la charla de modo distendido pero sin aportar nada de su cosecha, meses después lo reconocí en una foto de la revista de Campsared como subdirector de no se qué departamento de Repsol.
Más tarde, cuando las camareras ya estaban quemadas de tanto servir cava y licor, la reunión se fue disolviendo para continuar la juerga por los bares aledaños al hotel. En uno de esos bares musicales me encontré al “Figura” sujetando el gin tonic en compañía de varias azafatas de congreso. “Promotor” lo que se dice “Promotor” no se si lo era, pero lo del “Cambio” lo niego rotundamente, porque el colega no había 'cambiado' nada en absoluto.
(En el próximo capítulo sigue la fiesta)
“Boas tardes, compañeiros, colaboradoires y miembros adlluntos. Eu meu nombre es António Calçada y quiero dar´sus la bienvenida a estas llornadas de “Promotoures deu Cambio”. Como tous saben, os resultados ouperativos y volumen de negoçio sitúan a Campsared como líder deu seu segmento moito por delante d´outras coumpañías de la coumpetençia. La situaçión deu mercado actual nos oubliga dentro de la globalisaçión no sólo a mantener esa cuota sino a aumentarla moito por ençima deus indicadoires que maneja el Downstream. Pensau una cousa, tan sólo una cousa: Tous os días visitan nostras estaçiones 300.000 clientes, si lougramos vender a cada cliente una coca coula, facturaremos 300.000 coca coulas, esto no es brouma, la matemática es aisí de simple, y touto lo demás son sandeçes. El oubjetivo fundaumental de touto negoçio coumpetitivo es la sua expansión y creiçimiento y por tanto, conçecuentes d´este desafío, toutos traballamos desde el Downstream por la revalorisaçión deu´la nostra eumpresa. Pero el verdadeiro motor d´esta coumpañía, el mayor tesouro, sous vosoutros, os expendedoires. Tous vosoutros sous os verdadeiros “Promotoures deu Cambio”, y ous pido que trasmitais a voustros compañeiros la nova filosofía d´esta eumpresa. Heumos coumençado con moito éxito las 5 K´s, y esto no es más qu´el coumienço. Confío en tous vosoutros para qu´el “Cambio”, eu verdadeiro “Cambio”, sea una realitat a courto plaço y advierto que quien no coumparta la nova filosofía teundrá que baillarse forçosamente deu tren”.
Los aplausos cerraron el discurso de un modo tan acalorado y ferviente, que se temía que más de uno se dislocase los dedos en ello. La mayoría no sospechábamos qué grado de compromiso comportaría aquellas palabras. Lo importante era estar allí y vivirlo. A continuación se proyectaron unos preciosos vídeos promocionales acerca de las estaciones de servicio contando sus bondades y prodigios, tras lo cual se sirvió la cena cuya calidad estuvo muy por encima de la altura del evento.
En el amplio salón abarrotado de mesas circulares nos distribuyeron a razón de 10 o 12 personas por mesa, sin separar sustancialmente los jefes de los empleados. El “Figura” ya hacía bastante rato que lo había perdido de vista, supongo que andaría en alguna mesa repleta de féminas. A mí me tocó compartir mantel con desconocidos compañeros, y a mi derecha había un tipo de ojos saltones con mirada hipnotizante por cuyo atuendo no tenía mucha pinta de ser un simple gasofita. Durante el evento los comensales disfrutamos de aquella experiencia cuya organización debió costar, como mínimo, lo que valen un par de camiones o tres a pedido completo.
Para cuando llegaron los postres y las copitas, los allí presentes ya habían roto el hielo, y el despotrique no tardó en aflorar. El tipo de mi derecha participaba de la charla de modo distendido pero sin aportar nada de su cosecha, meses después lo reconocí en una foto de la revista de Campsared como subdirector de no se qué departamento de Repsol.
Más tarde, cuando las camareras ya estaban quemadas de tanto servir cava y licor, la reunión se fue disolviendo para continuar la juerga por los bares aledaños al hotel. En uno de esos bares musicales me encontré al “Figura” sujetando el gin tonic en compañía de varias azafatas de congreso. “Promotor” lo que se dice “Promotor” no se si lo era, pero lo del “Cambio” lo niego rotundamente, porque el colega no había 'cambiado' nada en absoluto.
(En el próximo capítulo sigue la fiesta)
CAPITULO 14
A la mañana siguiente, tras una noche de desmadre, el evento tenía que continuar a unas horas un tanto intempestivas teniendo en cuenta lo bailao. A las 7 de la mañana se servía el desayuno en el salón buffet para reanudar sobre las 9:30 el magnífico espectáculo de lavado de cerebro, y a pesar de que se rogaba puntualidad, algunas y algunos no debieron encontrar a tiempo sus bragas y calzoncillos dado el retraso con que acudieron a la cita.
Mientras esperábamos a que los técnicos terminaran sus ajustes en los equipos de imagen y sonido como comprobación previa al discurso del siguiente matarife de Campsared, ví al “Figura” rodeado de algunos JZ´s (incluído el nuestro) y otros especimenes del mundo gasofístico. Al acercarme fugazmente me percaté que estaba relatando, por enésima vez, algunos de sus “truquitos” que reportaban beneficio a la empresa. Los JZ´s le escuchaban atentamente con el índice y pulgar en la barbilla mientras asentían con la cabeza como diciendo “Este tío vale”. Y el colega, consciente de su minuto de fama, se despachaba a gusto.
El “Figura” afirmaba que gracias a él, en los tanques de combustible siempre había superávit de diesel, pues durante los fríos periodos invernales procuraba que el camión de CLH suministrase la estación a muy temprana hora con preferencia a los pedidos de la competencia, pues en esa franja horaria el combustible almacenado en los depósitos de CLH se mantenía a menor temperatura que en horas diurnas y por lo tanto con el diesel salían más litros con respecto a su peso real por efecto de la densidad del aceite.
Con esta circunstancia y teniendo en cuenta que el contenido de la cisterna del camión se mide por su peso en condiciones ambientales aunque se facture en litros, el “Figura” sacaba la conclusión que de este modo se lograba un excedente gratis a favor de la empresa por el simple hecho de haberse efectuado la descarga en horas muy tempranas y frías. ¡Para mear colonia, señores! (Suponiendo que fuese cierta tal elucubración, el camión raramente venía antes de las 9:00 horas o llegaba incluso más tarde).
Mientras el colega recibía palmaditas en la espalda, enseguida procedieron a guardar silencio porque en breve tomaba su turno de intervención nuestro Delegado Regional, quizá el más Corleone de cuantos DG´s han pasado por Campsared. Un Don con más mili que el Capitán Trueno.
No voy a transcribir su discurso, tan solo resaltar que no perdía ocasión en recalcar los buenos resultados de su delegación en sutil detrimento de las demás con una mal disimulada jactancia.
A continuación, más intervenciones, más discursos, más vídeos y así llegó la hora de la comida y después, como entretenimiento de sobremesa, ¡tachaaan! El show de Iturriaga y sus patéticos monólogos de humor cáustico.
Por supuesto, hubo más actuaciones, más sorpresas y más humor, pero creo que con lo relatado en éste y anterior capítulo ya ha quedado bien reflejado lo que dio de sí aquellas jornadas. Decenas de miles de euros gastados para que te digan:
“Quien no coumparta la nova filosofía teundrá que baillarse forçosamente deu tren”.
Mientras esperábamos a que los técnicos terminaran sus ajustes en los equipos de imagen y sonido como comprobación previa al discurso del siguiente matarife de Campsared, ví al “Figura” rodeado de algunos JZ´s (incluído el nuestro) y otros especimenes del mundo gasofístico. Al acercarme fugazmente me percaté que estaba relatando, por enésima vez, algunos de sus “truquitos” que reportaban beneficio a la empresa. Los JZ´s le escuchaban atentamente con el índice y pulgar en la barbilla mientras asentían con la cabeza como diciendo “Este tío vale”. Y el colega, consciente de su minuto de fama, se despachaba a gusto.
El “Figura” afirmaba que gracias a él, en los tanques de combustible siempre había superávit de diesel, pues durante los fríos periodos invernales procuraba que el camión de CLH suministrase la estación a muy temprana hora con preferencia a los pedidos de la competencia, pues en esa franja horaria el combustible almacenado en los depósitos de CLH se mantenía a menor temperatura que en horas diurnas y por lo tanto con el diesel salían más litros con respecto a su peso real por efecto de la densidad del aceite.
Con esta circunstancia y teniendo en cuenta que el contenido de la cisterna del camión se mide por su peso en condiciones ambientales aunque se facture en litros, el “Figura” sacaba la conclusión que de este modo se lograba un excedente gratis a favor de la empresa por el simple hecho de haberse efectuado la descarga en horas muy tempranas y frías. ¡Para mear colonia, señores! (Suponiendo que fuese cierta tal elucubración, el camión raramente venía antes de las 9:00 horas o llegaba incluso más tarde).
Mientras el colega recibía palmaditas en la espalda, enseguida procedieron a guardar silencio porque en breve tomaba su turno de intervención nuestro Delegado Regional, quizá el más Corleone de cuantos DG´s han pasado por Campsared. Un Don con más mili que el Capitán Trueno.
No voy a transcribir su discurso, tan solo resaltar que no perdía ocasión en recalcar los buenos resultados de su delegación en sutil detrimento de las demás con una mal disimulada jactancia.
A continuación, más intervenciones, más discursos, más vídeos y así llegó la hora de la comida y después, como entretenimiento de sobremesa, ¡tachaaan! El show de Iturriaga y sus patéticos monólogos de humor cáustico.
Por supuesto, hubo más actuaciones, más sorpresas y más humor, pero creo que con lo relatado en éste y anterior capítulo ya ha quedado bien reflejado lo que dio de sí aquellas jornadas. Decenas de miles de euros gastados para que te digan:
“Quien no coumparta la nova filosofía teundrá que baillarse forçosamente deu tren”.
CAPITULO 15
No recuerdo cuándo se inició la crisis. Sólo sé que en diciembre de 2008 hubo una reunión del Delegado Regional con todos sus JZ, y a raíz de aquel encuentro, comenzaron los recortes y a apretar las tuercas con las 5 K´s. De pronto, dejaron de renovar contratos, y por consiguiente nos quitaron a una expendedora que hacía el turno partido con el objetivo de trasladarla a la estación vecina para cubrir una vacante en un turno completo. De la noche a la mañana se redujo el turno a un solo expendedor sin que las ventas justificasen ese recorte, pues seguíamos vendiendo más o menos tanto como siempre . De la noche a la mañana las condiciones de trabajo se transformaron en algo realmente duro y sacrificado. 500 transacciones de media por turno y sin bocata (porque el “Figura” no conocía el manejo del TPV ni jamás quiso aprender), todo ello, junto con la obligación de multiplicar esfuerzos ante las dificultades del negro panorama que se avecinaba. Así comenzó una nueva era en la que imperó lo irracional.
La nueva redistribución horaria aplicada a la expendedora de fin de semana, apenas logró un alivio significativo. Mientras tanto, la responsable de Venta Activa no paraba de darnos leña de un modo tan desvergonzado como descerebrado, y los resultados del “cliente misterioso” nos exigían un cumplimiento al 100% como si te fuese la vida en ello.
Por esa época (marzo del 2009) el JZ dejó de pasarme en nómina el Plus de Jornada Partida, como una de tantas medidas de austeridad. Meses atrás, el servicio de limpieza de WC´s pasó a ser tarea, como ustedes saben, del expendedor a cambio de una mera propina. Con tanta carga y estando únicamente un expendedor por turno, la mayoría de los días, mi ayuda en la oficina se redujo sustancialmente, aunque el Plus de Dedicación lo seguía cobrando pese a que al “Figura” se le estaba acumulando el trabajo, y no por mi culpa. A las pocas semanas se comprobó que la nueva situación era inasumible, y viendo que la empresa no aportaba soluciones, el expendedor veterano, que ya estaba al límite de la extenuación soportando a diario tanta tensión, se avino conmigo en aplicar el horario Anti-Estrés. Quien no lo quiso así fue mi “enchufada” que resistía aquella tormenta laboral de un modo muy bizarro, como buena crack que ya estaba demostrando ser (El horario Anti-Estrés está reconocido por la empresa y es aplicable si la mayoría de los expendedores afectados está de acuerdo en ello. Su funcionamiento consiste, mientras persista el motivo para tal reajuste, en alterar la cadencia de jornadas de trabajo y libres, de manera que cada cuatro días de faena se disfrutan dos días libres con el objetivo de sobrellevar más equilibradamente la situación). Como ya he dicho, mi “enchufada”, que a partir de ahora llamaré la “Trepa”, pues ya hacía tiempo que se le veía el plumero y había dejado bastante claras sus intenciones, no estaba conforme con ese horario provisional, simplemente por sembrar la semilla de la discordia, pero aún así, se aplicó el nuevo horario en votación por mayoría de los afectados.
A raíz de ello, mi relación con la “Trepa” se fue degradando cada día más ante la mirada presumiblemente neutral del “Figura” (aunque ya hacía algún tiempo que barría claramente a favor de ella, pues le servía muy bien el café). Si a esto le añadimos alguna desagradable desavenencia mía con el JZ a causa de las 5 K´s, solo puedo añadir que mi camino de rosas comenzó una etapa con rumbo a su declive. Un lento proceso que aún tenía que durar dos años.
La nueva redistribución horaria aplicada a la expendedora de fin de semana, apenas logró un alivio significativo. Mientras tanto, la responsable de Venta Activa no paraba de darnos leña de un modo tan desvergonzado como descerebrado, y los resultados del “cliente misterioso” nos exigían un cumplimiento al 100% como si te fuese la vida en ello.
Por esa época (marzo del 2009) el JZ dejó de pasarme en nómina el Plus de Jornada Partida, como una de tantas medidas de austeridad. Meses atrás, el servicio de limpieza de WC´s pasó a ser tarea, como ustedes saben, del expendedor a cambio de una mera propina. Con tanta carga y estando únicamente un expendedor por turno, la mayoría de los días, mi ayuda en la oficina se redujo sustancialmente, aunque el Plus de Dedicación lo seguía cobrando pese a que al “Figura” se le estaba acumulando el trabajo, y no por mi culpa. A las pocas semanas se comprobó que la nueva situación era inasumible, y viendo que la empresa no aportaba soluciones, el expendedor veterano, que ya estaba al límite de la extenuación soportando a diario tanta tensión, se avino conmigo en aplicar el horario Anti-Estrés. Quien no lo quiso así fue mi “enchufada” que resistía aquella tormenta laboral de un modo muy bizarro, como buena crack que ya estaba demostrando ser (El horario Anti-Estrés está reconocido por la empresa y es aplicable si la mayoría de los expendedores afectados está de acuerdo en ello. Su funcionamiento consiste, mientras persista el motivo para tal reajuste, en alterar la cadencia de jornadas de trabajo y libres, de manera que cada cuatro días de faena se disfrutan dos días libres con el objetivo de sobrellevar más equilibradamente la situación). Como ya he dicho, mi “enchufada”, que a partir de ahora llamaré la “Trepa”, pues ya hacía tiempo que se le veía el plumero y había dejado bastante claras sus intenciones, no estaba conforme con ese horario provisional, simplemente por sembrar la semilla de la discordia, pero aún así, se aplicó el nuevo horario en votación por mayoría de los afectados.
A raíz de ello, mi relación con la “Trepa” se fue degradando cada día más ante la mirada presumiblemente neutral del “Figura” (aunque ya hacía algún tiempo que barría claramente a favor de ella, pues le servía muy bien el café). Si a esto le añadimos alguna desagradable desavenencia mía con el JZ a causa de las 5 K´s, solo puedo añadir que mi camino de rosas comenzó una etapa con rumbo a su declive. Un lento proceso que aún tenía que durar dos años.
CAPITULO 16
-¿Conoce nuestras ofertas? Llévese un 2x1, o mejor un 3x2. ¿Ha visto nuestras naranjas? ¿Y las judías de Ávila?
-Que no, joder. Cobra ya, cobra ya.
Las colas de clientes, los follones en pista, los follones en el tren de lavado, y los mil y un inconvenientes, todos juntos a la vez, me tenían en un estado de alerta permanente y con un rictus de mal disimulado agobio. Mis conocidos se hacían patentes de ello cuando venían a la estación, y al verme a menudo en aquellos trances, se compadecían de mí y me expresaban, en confianza, no comprender qué coño hacía yo trabajando en una puta gasolinera y bajo aquellas condiciones teniendo otras aptitudes como tenía. Nunca lo habían comprendido, y nunca se acostumbraron a verme con mi atuendo de Payaso Micolor ofreciendo sin éxito todo tipo de mercancía.
Cuando venía la responsable de Venta Activa (Vía Aerolíneas Air Nostrum, que como ya se ha dicho hasta la saciedad, sus aviones eran pequeños bimotores de doble hélice), la moza nos daba clases in situ sobre técnicas de venta, y para ello desplegaba métodos que me parecían de auténtica vergüenza. En el momento previo al cobro, y tras comprobar DNI, memorizaba el nombre del cliente (siempre se valía de un incauto caballero), y entonces, adoptando en el mostrador un tono de voz insinuantemente modulado y con una mirada dulce y melosa, como de camarera del Bar Coyote, le decía:
-Roberto, ¿has visto qué melones? ¡Y vaya espárragos!
Y así, tomándose su tiempo, nos entrenaba con el “venga Roberto por aquí, y venga Alberto por allá”.
Asistir a aquella demostración atentaba contra mi inteligencia y contra la de cualquiera que tuviera un mínimo de substancia. ¡Dios, cuánto se ha degrado el oficio y las personas!.
No quiero alargarme más en explicar la náusea que me producía aquella tipa que tiempos atrás había sido una simple gasofita, solo añadiré que mis constantes reticencias no hicieron más que contribuir al largo listado de razones para que se acelerara mi descenso hacia el abismo.
El JZ ya me tenía a puntito para ocupar una plaza de su lista negra, para colgarme la etiqueta de problemático y para abrir la veda contra el “Avanzado” de otros tiempos, pero todavía le seguía siendo útil, pues la “Trepa” aún tenía que aprender mucho en materia de operatividad, organización y administración de la oficina para alcanzar ese punto en el que mi persona se hiciese prescindible. Y para ello se instruía de la mano de nuestro “Figura” y de importante apoyo externo. Dada la enorme dificultad de aprender y practicar sin apenas poder despegarse de la caja, acudía en sus días libres (sin cobrar) para recibir las clases magistrales, ya no le importaban los cuatro días libres seguidos que tanto defendió cuando lo del horario anti-estrés, ya no le importaba su propio tiempo, incluso sacrificó 15 días de sus vacaciones para adquirir cátedra y facultad. No había vuelta atrás, su orgullo y ambición iban por delante, y tenía que estar a la altura de las expectativas que el JZ se había creado de ella.
Pero le costaba, le costaba un gran esfuerzo de intelecto a la pobrecita, yo me partía el rabo viendo sus escasos progresos a pesar de sus grandes sacrificios, pero también imaginaba que más tarde o más temprano, al igual que los niños pequeños aprenden a andar, ella terminaría consiguiéndolo.
-Que no, joder. Cobra ya, cobra ya.
Las colas de clientes, los follones en pista, los follones en el tren de lavado, y los mil y un inconvenientes, todos juntos a la vez, me tenían en un estado de alerta permanente y con un rictus de mal disimulado agobio. Mis conocidos se hacían patentes de ello cuando venían a la estación, y al verme a menudo en aquellos trances, se compadecían de mí y me expresaban, en confianza, no comprender qué coño hacía yo trabajando en una puta gasolinera y bajo aquellas condiciones teniendo otras aptitudes como tenía. Nunca lo habían comprendido, y nunca se acostumbraron a verme con mi atuendo de Payaso Micolor ofreciendo sin éxito todo tipo de mercancía.
Cuando venía la responsable de Venta Activa (Vía Aerolíneas Air Nostrum, que como ya se ha dicho hasta la saciedad, sus aviones eran pequeños bimotores de doble hélice), la moza nos daba clases in situ sobre técnicas de venta, y para ello desplegaba métodos que me parecían de auténtica vergüenza. En el momento previo al cobro, y tras comprobar DNI, memorizaba el nombre del cliente (siempre se valía de un incauto caballero), y entonces, adoptando en el mostrador un tono de voz insinuantemente modulado y con una mirada dulce y melosa, como de camarera del Bar Coyote, le decía:
-Roberto, ¿has visto qué melones? ¡Y vaya espárragos!
Y así, tomándose su tiempo, nos entrenaba con el “venga Roberto por aquí, y venga Alberto por allá”.
Asistir a aquella demostración atentaba contra mi inteligencia y contra la de cualquiera que tuviera un mínimo de substancia. ¡Dios, cuánto se ha degrado el oficio y las personas!.
No quiero alargarme más en explicar la náusea que me producía aquella tipa que tiempos atrás había sido una simple gasofita, solo añadiré que mis constantes reticencias no hicieron más que contribuir al largo listado de razones para que se acelerara mi descenso hacia el abismo.
El JZ ya me tenía a puntito para ocupar una plaza de su lista negra, para colgarme la etiqueta de problemático y para abrir la veda contra el “Avanzado” de otros tiempos, pero todavía le seguía siendo útil, pues la “Trepa” aún tenía que aprender mucho en materia de operatividad, organización y administración de la oficina para alcanzar ese punto en el que mi persona se hiciese prescindible. Y para ello se instruía de la mano de nuestro “Figura” y de importante apoyo externo. Dada la enorme dificultad de aprender y practicar sin apenas poder despegarse de la caja, acudía en sus días libres (sin cobrar) para recibir las clases magistrales, ya no le importaban los cuatro días libres seguidos que tanto defendió cuando lo del horario anti-estrés, ya no le importaba su propio tiempo, incluso sacrificó 15 días de sus vacaciones para adquirir cátedra y facultad. No había vuelta atrás, su orgullo y ambición iban por delante, y tenía que estar a la altura de las expectativas que el JZ se había creado de ella.
Pero le costaba, le costaba un gran esfuerzo de intelecto a la pobrecita, yo me partía el rabo viendo sus escasos progresos a pesar de sus grandes sacrificios, pero también imaginaba que más tarde o más temprano, al igual que los niños pequeños aprenden a andar, ella terminaría consiguiéndolo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)