El vuelo del JZ aterrizaba sobre las 8:30 horas. Mientras dos compañeros "maquillaban" la tienda, el “Figura” acudió al Banesto a retirar 400 euracos de su cuenta. Reunió la totalidad de la deuda añadiendo un sobrante del Fondo Fijo, y un flotante de cuando aún existía el Crédito Local. Así ocultó el descuadre acumulado de ochocientos y pico euros, con la misma estrategia cada vez, con la misma rutina, y la misma seguridad de un trapecista cojo en la cuerda floja.
Nunca comprendí por qué el JZ siempre avisaba con antelación sus visitas, ¿acaso para darnos margen? Sea como fuere, aquel día yo tenía libre, y cuando esto ocurría, me veía en la obligación de acudir a la estación de servicio, porque el JZ siempre preguntaba por mi, y dado que sólo hacía acto de presencia cada uno o dos meses, era corriente que tuviera que comentarme algo personalmente. Ésta vez me convenía acudir por un asunto particular.
El JZ siempre iba de boli* , no se daba tregua ni a sí mismo, tenía que visitar la estación vecina además de la nuestra, sus tareas eran auditorías maratonianas que dejaban agotado a cualquiera, sin embargo a él, no se le deshacía el nudo de la corbata ni lo más mínimo. Interpretaba bien su papel de ejecutivo agresivo, y sabía muy bien cómo aplicarlo. En principio era educado, pero pronto dejaba aflorar su chulesca ironía en un modo desafiante y provocador. A pesar de todo, se podía hablar con él si no tenía un mal día y siempre que su diabólico móvil cesara de echar humo.
Durante aquel encuentro me lancé con mi pretensión, y le sugerí que me ascendiese a Encargado de Turno realizando todas las funciones que ya desempeñaba y conservando mi horario de expendedor. Tras un breve silencio me observó con una expresión condescendiente (solo le faltó posar su mano en mi nuca). Entonces me recordó que siempre, siempre, desde que me contrató, desde el primer minuto, desde ese mismo instante, contó conmigo para futuro Encargado General pero yo había rechazado aquella oferta una y otra vez, “uuuuna y otra vez”, recalcaba con postizo tono lastimoso.
Parecía que no habláramos de lo mismo. Yo solo quería consolidarme en la categoría y nada más. Estuvimos tanteándonos el uno al otro por espacio de media hora, yo desplegando mis razones, y él, asintiendo con la cabeza, y rizando con sabiduría la barba entre sus dedos. Finalmente, como acto de suprema bondad, me aseguró que en cuanto se presentara la ocasión, comunicaría mi petición al Delegado Regional y ya veríamos.
Recordé al DR, aquel tipo al que solo había visto una vez, y que en cierto modo guardaba notables similitudes con Don Vito Corleone por la enorme y sosegada aureola de autoridad que desprendía; solo le faltaban el clavel y el gato. En ese encuentro del pasado, me expresó que deseaba mi rápida y positiva integración en la empresa ya que anhelaba no tener más quebraderos ni marrones como los ya vividos con no pocos empleados de su región. Por eso, a través del JZ tenía plena confianza y buenas expectativas sobre mi futuro, y lo deseaba con la misma sinceridad que el Don, porque era necesario tener 'buena gente' en la gasolinera, ya que al estar ésta cimentada sobre una geografía de limitado acceso y de sucederse algún que otro imprevisto o graves contratiempos en la estación, cualquier acción exterior forzosamente se vería demorada justamente por esa razón geográfica. (…)
La jornada fue transcurriendo tras los arqueos de caja, y las infinitas comprobaciones de rigor en las dos estaciones del lugar. Al crepúsculo, de vuelta de la estación vecina, el JZ se paró en la nuestra para repostar el coche de alquiler, pues debía entregarlo en el aeropuerto con los niveles correctamente restaurados.
Le observamos tras el cristal y le devolvimos el saludo de despedida tal como en otras ocasiones. El repostaje se bajó en Prueba de Surtidor como en las veces anteriores aunque los litros superaran lo que una probeta da de sí.
Cuando ya el JZ apenas hubo marchado, el “Figura” recuperó sus 400 euros y repuso en su sitio el resto del dinero hasta la próxima vez, si es que ese fondo llegaba a conservarse para entonces.
“Hay que hacer algo” dijo, “Comienza a ser mucha pasta”. En eso, el compañero que estaba en caja exclamó: “Qué manía tiene este hombre con no pagar, ¿no tiene tarjeta de empresa? ¡halaaa! ¡¡¡Prueba de surtidor!!!"
(To be continued…)
*"Ir de boli" , adaptación directa de la expresión en catalán "Anar de bòlid ", que significa, ir de cabeza, perdiendo el culo, a toda leche, estresado o cosa semejante.