CAPITULO 7


Como ustedes ya habrán deducido, nuestra estación y la otra vecina se hallan enclavadas sobre una isla, la isla bonita, puede que de un archipiélago o del otro. Sobre esa isla éramos los reyes del lugar, competíamos con siete estaciones de Cepsa y tres de BP, todas ellas gestionadas por pequeñas sociedades locales, o por propietarios únicos. Obviamente disponíamos de más marketing que ellos. Sus tiendas eran pequeñas y obsoletas y nuestros pedidos de combustible eran superiores, y siempre a camión completo en cualquier época del año mientras que la competencia, apenas si podían permitirse comprar combustible sobre la marcha de sus ventas.
El tiempo fue pasando, comenzábamos 2004. Al finalizar el año anterior llegó la hora de la jubilación de dos compañeros veteranos, bueno, de la pre-jubilación por edad al beneficiarse éstos del Pacto de Toledo. Así nos dijeron adiós, y nos desearon lo mejor y todo tipo de parabienes. Quedábamos el “Figura”, el otro veterano, la del fín de semana o de libre disposición, y yo. La sustitución de los jubilados ya estaba perfectamente prevista. Se contrató a un conocido del encargado, y por mi parte enchufé a la esposa de un familiar mío. Al principio tuvimos que invertir bastante paciencia para instruirles en la materia. Eso sí, fueron aprendiendo sin presiones y rodeados de un ambiente magnífico.
La "Trepa" (Campsared Blog)
Mi “enchufada”, cuya presencia tendrá un tremendo peso en esta historia, tenía un carácter que le iba muy bien al negocio. Se desenvolvía eficazmente, tenía simpatía y paciencia con los clientes, y desplegaba excelentemente el arma que mejor se le daba: el paripé. Al principio no le caía muy bien al “Figura”, dudaba, pero enseguida se fue haciendo evidente que había acertado con mi elección. En menos de dos meses ya estaba plenamente integrada una futura crack, le costó un poquito más que al otro compañero nuevo, pero finalmente volvimos a ser un sólido equipo.

Con el año 2003 recién cerrado, los resultados económicos de ese ejercicio no pudieron ser mejores, todo eran felicitaciones, y los descuadres en lo que se refiere a contadores e indicadores se había minimizado y conciliado en el sistema mediante idéntico procedimiento que en el ejercicio anterior. El JZ disponía de cierto margen para ello dentro de la “cosa nostra”, por lo cual, dio las oportunas instrucciones al “Figura”. Eso no hubiese sucedido hoy. Algo de bueno tenía la querida aplicación Olivetti.
Sin embargo, el montante de tickets seguía allí, sin posibilidad de condonación oficial, su amortización dependía de nuestros propios y ocultos medios. La cuantía de deuda crecía o menguaba en la medida de las circunstancias, pero casi nunca bajaba de 400 o 500 euros aunque subía durante los meses de verano. Pronto se hizo partícipe a mi “enchufada” de todo tinglado, y a toda cuanta operación de maquillaje se terciara, no así al otro compañero nuevo, porque su persona me inspiraba cierta prudencia.
En marzo de ese año, durante la visita de rigor del JZ, recibí personalmente por parte de éste la respuesta referente a mi petición  sobre la subida de categoría a Encargado de Turno.
En la oficina, mientras el JZ tecleaba en su portátil, atendía su móvil, y al mismo tiempo ponía en orden sus papeles, me comunicó, sin apenas dirigirme la mirada y con un tono cargado de fina ironía, la resolución a la que había llegado el DR con respecto a mi tema.

Pero eso será en el próximo capítulo.