CAPITULO 2

Los clientes amontonaban compulsivamente los productos de tienda en el mostrador de caja, mientras la pista estaba a tope de vehículos de forma permanente y continua, las pantallas de los TPV´s mostraban todos los surtidores en fase de uso, y con segundos importes en espera de cobro. Entonces saltaba el pito machacón recordando que había transcurrido el tiempo límite para ser cobrados esos importes de todas las calles. Los terminales Solred aún no estaban integrados automáticamente, y por tanto era necesario cerrar la transacción en modo de contingencia, y luego pasar la tarjeta del cliente y, SIN EQUIVOCACIÓN teclear el importe a cobrar en el vetusto terminal de Solred, que por aquel entonces era un artilugio de color rojo del tamaño de una caja de Cinexín, algunos con carcasa de metal y los más modernos de plástico.
Los descuadres de caja no se hicieron de esperar, entre tickets pendientes, confusiones, errores de prepago, fugas e impagos, y un largo etc., la "deuda" ascendía a unos cuantos cientos de euros. No había problema, al día siguiente, el expendedor que hubiese de turno matinal, entregaba la diferencia al encargado para cuadrar el ingreso y santas pascuas. Mientras tanto a seguir viviendo, que son dos días, oiga.

La estación, por sus elevadas ventas, se convirtió indiscutiblemente en la niña bonita, en la miss universo. Por ello, en las reuniones de encargados con el JZ, éste no cesaba de alabar las virtudes de la estación y bálsamo de su cartera. El encargado se colgaba las medallas y se le llenaba la boca cuando comentaba a sus homólogos: "Yo vendo..., yo vendo... y yo vendo", como si fuese el propietario y cerebro de tan rotundo éxito, "y además, tengo un machaca que me lo hace todo", añadía el "Figura" como colofón.

Durante mi aprendizaje en la oficina, dado que el "Figura" carecía de la menor capacidad pedagógica para transmitir nada que no fuese el relato de su última juerga, el JZ puso a mi disposición el soporte de una encargada estrella que me ponía al día, y despejaba eficazmente mis dudas siempre vía telefónica al estar separados en la distancia. Esa mínima pero peculiar separación era justamente la que nos hacía inmunes a todo, y casi invisibles al control, con los medios que la empresa disponía, y lo que por añadidura me facilitó asentarme definitivamente en mi puesto. Consciente de las ventajas que manejábamos, decidí que había que exprimir esas ventajas, primero tímidamente y poco a poco con más ahínco. Hay que añadir, que para los sindicatos éramos invisibles, nunca acudía nadie, y tampoco los necesitábamos, no había problema, todo cuanto exigía al JZ en nombre de la plantilla  estaba supeditado a la decisión del Delegado Regional, y finalmente se concedía en tiempo récord.  Y así fue, como conseguimos un quinto expendedor, los presupuestos lo permitían, y aún había margen para adjudicarnos esporádicamente personal de estaciones remotas que jamás pisaron el santo lugar.
Mientras tanto, los tickets pendientes, impagos y fugas seguían aumentando cual bola de nieve,
¡Y a qué ritmo!