CAPITULO 21 (y último)

-Joder, ¿Por qué has enviado esas Alegaciones? -Me preguntó vía telefónica un Delegado Mayor del Sindicato “Y” de la empresa.
-Porque no me he apropiado de nada.
-Pero admites haber anulado los productos, ¡Joder, nunca hay que admitir nada!, ¡La has cagado, tío!, ¡Esto es el despido!

Parecía mentira que un 'pedazo' de Delegado me viniera con esas de que no hay que admitir nada, a la vista de semejantes pruebas que inevitablemente prosperarían contra mi ante cualquier triste instrucción simplemente profundizando en eso de las "malas prácticas". ¿Cómo hacer comprender a un juez el mecanismo dictatorial de esta empresa en media hora escasa de juicio? No se puede ir a un tribunal como quien va al casino a probar fortuna.

-¿Seguro que será el despido? (a aquellas alturas prefería eso que una hipotética suspensión de empleo y sueldo).
-¡Que sí, joder, que será el despido, te lo digo yo, que estoy viendo esto cada día, macho!
-¿Y cuándo me comunicarán eso?
-En cinco o seis días… ¿Te lo arreglo?
-¿Cuánto sería?
-Prrrff…, no más de tres mensualidades o por ahí. Piensa que no se van a gastar mucho más de lo que les costaría enviar al abogado si interpones una demanda. Y la tienen ganada, te lo digo yo, ¡Que se tiran a la yugular...! lo veo cada día…, dime algo ya porque se pueden echar atrás y no pagarte nada.¿?
Noté cierta premura por zanjar la cuestión.

-Pero si aún no has negociado con ellos, ¿por qué dices que se van a echar atrás?
-Joder, mira, si quieres pon la demanda, ¿Qué quieres que te diga? Tú mismo…
-Tengo entendido que si emprendo acciones legales,  según se acerca el día del juicio, la empresa sube el caché.
-¡Venga ya!, pero si hasta te pueden joder por lo Penal si quieren.

Al llegar a este punto, se me hizo evidente que no podía confiar demasiado en ese tipo, parecía que me estaba metiendo miedo.  Por otro lado, era consciente de que no sacaría mayor tajada, arriesgándome a un proceso incierto en el que los 45 días por año no los ganaría ni de coña. Decidí tirar la toalla.
-Vale, de acuerdo, tres mensualidades, al fin y al cabo quiero acabar con esto, ya que me espera otro tra… (callé)
-Entonces ¿te lo arreglo?
-Adelante, “arréglamelo”.

Me quedaban seis días más de currelo. Si hubiesen sido más serios y rigurosos, durante esos días debían haberme apartado cautelarmente de la tienda por “defraudador” de palomitas Paquita. Sin embargo aún permanecí seis días chupando turno prácticamente en solitario que bien hubiera podido aprovechar para llenar la furgo de todo tipo de mercancías después del cierre por la noche, como buen “chorizo” que era. Total, que más me daba ya.

Y llegó el día. Al incorporarme al turno de la tarde ya me estaban esperando la “Trepilla” y el “Oso Yogui”, que por las horas que eran, y al estar ambos allí presentes, me imaginé el 'regalito' que tenían para mí.

-Ha llegado la resolución, no es necesario que inicies turno. Fírmame el…
-Que no te firmo  - negué tajantemente cortando en seco el estúpido discurso de aquella altiva muñeca chochona.
Y acto seguido, de un modo apresurado, firmaron ambos como testigos con la misma presteza que se dan esos concursantes de la tele, apurando desesperadamente los últimos segundos para conseguir la victoria. Después, me entregaron una copia, y devolví la llave de la estación segundos antes antes de que me la pidiesen.

-Ha sido un placer -dije, sin dar tiempo a contestar. Y mientras atravesaba la tienda para tomar la puerta de salida se escuchó a mis espaldas una voz marujona con retintín que me respondía: “Igualmente”.

Cuatro días después, vino el JZ para reunirse conmigo en el SEMAC, cosa que hizo acompañado del “Figura”, como fiel guardaespaldas que era. En aquel encuentro se mostró cordial y educado, aunque se le veía apurado, con la misma prisa que suelen demostrar esos brokers que se despachan mil asuntos a la vez de un modo meteórico, ya sean cuestiones trascendentes o minucias como las mías. Pero a pesar de sus premisas, tuvimos que aguardar nuestro turno como quien acude a la consulta del dentista. En esas apareció el abogado del sindicato “Y”, y al “Figura”  le faltó tiempo para advertir y poner sobre aviso al JZ.

-Si me la vas a jugar, rompo los papeles y me marcho -me advirtió el JZ
-Tranquilo, no está aquí por mí, ¿no ves que hay más gente?

Efectivamente, allí había más escabeche. No del todo convencido, se mostró algo mas cauto, pero sin llegar a bajar la guardia, y sin quitarle ojo a los movimientos del abogado, que entraba y salía, e iba de un sitio a otro. Se le veía ocupado, y al verme, se acercó a saludarme muy de pasada quedando bien patente que su presencia no tenía relación alguna conmigo. Después, mientras seguíamos sentados en las butacas aguardando turno, el JZ, ya más confiado, inició de buen rollo, una de esas charlas intrascendentes que solo sirven para pasar el rato, incluso extrajo su móvil y me mostró unas fotos recientes en las que aparecía junto a Rafa Nadal con ocasión de un repostaje de éste en la estación donde se ubica su oficina.
Nadal y mi jefe (Campsared Blog)

-Mándala a Horizonte o la revista de Repsol. Igual te dan algo -le dije de buen rollo

Los minutos fueron transcurriendo lentamente. Cuando nos tocó turno, pasamos a la sala donde se rubricó, ante los mediadores allí presentes, el finiquito y la indemnización “pactada” por despido improcedente, pues  “improcedente” tenía que ser la cosa para ajustarse al protocolo.
Firmé con soltura los papeles, con ese sentimiento amargo de los que se saben “malvendidos”, pero fingiendo una actitud totalmente despreocupada, sin detenerme en su lectura, despreciando todas aquellas líneas de letra pequeña, con la sonrisa de un psicópata, de quien se pasa por el forro de los cojones su condena de muerte, restándole importancia a las cosas, y dando por conforme los prolegómenos y la liquidación que ya me habían recitado los mediadores en voz alta .
Al abandonar el edificio nos despedimos de un modo casi indiferente, y entonces los vi marchar cagando leches en el coche del “Figura” rumbo hacia un mundo que ya no era el mío. Caminé un rato, y ya en el interior de mi automóvil encendí un Pall Mall, y di al contacto. Antes de arrancar el coche, medité unos minutos lo que mi vida en Campsared había dado de sí, mientras en el dial de Kiss FM sonaba “What a Wonderful World” de Louis Armstrong.

Terminaba una etapa de ocho años y pico. Ocho años como 8 estrellas en el firmamento. Anteriormente, nunca  me despidieron de ningún trabajo, en todos ellos procuré cumplir e intenté quedar bien. Siempre conservé algo bueno de lo vivido, y todos los momentos del pasado en absoluto los consideraré como perdidos, pero los años que dediqué a Campsared sin obtener nada útil más allá de un sueldo, esos años no me los van a devolver, y sólo me sirvieron de lección, para darme cuenta de lo poca cosa que somos, tan solo una herramienta productiva sin voz ni alma, un mero objeto de usar y tirar. Si hubiesen esperado un poco no habría hecho falta el despido, y se hubiesen ahorrado la miserable indemnización, y yo me hubiese evitado la humillación de aceptarla. En fin, la de vueltas que da la vida.

Tras esos momentos de meditación me di cuenta que era hora de partir, apuré el cigarrillo y después arranqué el motor, al tomar la glorieta de la carretera general, alcancé la estación, y mientras pasaba por delante, la observé con un sentimiento entre la pena y el desprecio. Pronto, su imagen, con el enorme rótulo de Repsol en la marquesina se fue quedando atrás hasta desaparecer por completo en el retrovisor como si nunca hubiera existido.

FIN



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